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El Telégrafo
Padre Pedro Pierre

Neymar, vergüenza mayúscula

16 de agosto de 2017 - 00:00

Doscientos veintidós millones de euros de transferencia, treinta millones de bienvenida y un millón doscientos mil mensuales… Tales son los precios relacionados con Neymar, este jugador brasileño de fútbol, comprado por el club de París al de Barcelona de España. Es el costo escandaloso que se paga para que este deporte continúe siendo la droga mundial que anestesia a millones de espectadores en el mundo entero.

¿Quién es capaz de pagar tal suma de dinero? Un pequeño país árabe llamado Qatar, dueño del club parisino, para rehacer su imagen de marca internacional. De hecho, se acusa a Qatar de financiar y armar el mal llamado Estado Islámico, responsable, por una parte, de los innumerables asesinatos cometidos en las regiones que invadió en el Medio Oriente y, por otra, también responsable de los actos de terrorismo internacional. Además, ni hablar de la situación humanitaria de Qatar donde una élite muy minoritaria no sabe qué hacer de su dinero sacado de la venta del sobreabundante petróleo, olvidando la miseria, el analfabetismo y la discriminación de la mujer. ¿Cuántos hospitales, escuelas y centros de capacitación se hubieran podido construir con esos $ 300 millones?

Y Neymar… Viene como la mayoría de los grandes jugadores de los sectores populares, propulsado a la fama y la riqueza por ser un muy buen jugador de fútbol. ¿Con cuánto sobrevivirán las familias de su vecindad y sus compañeritos de escuela y de colegio? ¿Dónde están la solidaridad y el crecimiento colectivo que necesita un país como Brasil? Es un insulto a los pobres.

¿Cuántos centenares de millones más se esconden tras esta transferencia? Porque detrás del fútbol internacional están las ganancias de la propaganda, las ventas de las grandes marcas y la meta de mantener a millones de espectadores drogados por ese deporte. Como por ejemplo, en España, donde 50% de los desempleados son jóvenes. Que miren el fútbol para olvidar su situación, muchas veces sin salida. Que también otros centenares de millones miren el fútbol para olvidar la miseria de su país, las guerras que se multiplican… y las consecuentes migraciones masivas hacia Europa. Que no se preocupen por conocer los causales de estas situaciones ni organizarse para detener estas locuras que llenan las pantallas de la televisión. El fútbol es el mejor antídoto para hacernos cómplices de guerras, muertes y desesperanzas mundiales.

“¡Maldito dinero!”, proclamaba Jesús. ¡Maldito fútbol internacional, que nos vuelve ciegos, sordos e indiferentes a estos escándalos mundiales! Nos estamos autodestruyendo como fraternidad universal y dejamos destruir inexorablemente la casa común que es nuestro planeta.

Necesitamos de otras estrellas y otros modelos a imitar. Existen entre nosotros, en nuestras comunidades y nuestros países… Son todas las y los que fomentan la amistad, la solidaridad, la organización, la comunión entre los pueblos. Unámonos a esta minga por un mundo más fraterno y pacífico, lejos de las canchas del fútbol internacional. (O)

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