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El Telégrafo
Sebastián Vallejo

Netanyahu: nada bueno

20 de marzo de 2015 - 00:00

Bibi Netanyahu será, a este paso, eternamente Primer Ministro de Israel. Después de una apretada campaña política en las encuestas, los resultados de las votaciones le dieron a Likud, el partido conservador liderado por Netanyahu, 30 de 120 puestos en el Knesset (Senado israelí), delante de la Unión Sionista, la coalición de centro-izquierda, que obtuvo 24 puestos.

El mundo, especialmente si estás en Gaza, debió sentir un estremecimiento frío, parecido a ese que sentimos cuando George W. Bush fue reelecto en 2004. No es solo esa arenga de Netanyahu a la base más conservadora el día final de su campaña, diciendo que, mientras él sea Primer Ministro, no habrá una nación palestina independiente. Es también esa campaña de miedo centrada en el grito de “ahí vienen los árabes” (el mensaje que mandó a sus bases a través de las redes sociales: “El gobierno conservador está en peligro. Los votantes árabes están volcándose en enormes cantidades sobre las estaciones de votación”.). Es también la coalición que necesitará formar con el partido Casa Judía encabezado por Neftalí Bennett (quien, como Ministro de Economía, dijo que hará todo en su poder para asegurarse de que los palestinos nunca tengan un Estado); con el partido Yisrael Beitenu, liderado por Avigdor Lieberman (quien, como Ministro de Relaciones Exteriores, dijo que sería mejor ahogar a los prisioneros palestinos en el mar Muerto antes de darles amnistía); y probablemente con el partido Kulanu, liderado por Moshe Kahlon, liberal en temas económicos, pero rigorista en temas de seguridad.

Israel tiene una tradición democrática interesante, siempre y cuando se la vea dentro de sus bordes, y no se escudriñe mucho esa persistente atmósfera de segregación de todo aquello árabe. El presidente del Comité Central de Elecciones, Salim Jourban, también juez en la Corte Suprema, es palestino-israelí. El hombre encargado de supervisar las elecciones no es judío, y eso es bueno. También es bueno que, a pesar de la discriminación como minoría, los palestinos-israelíes tienen representación en el Knesset (17 puestos serán ocupados por árabes). No solo eso, pero hace apenas 6 años, el mismo Netanyahu, en un discurso en la Universidad de Bar-Ilan, anunció su apoyo a la creación del Estado palestino: “En esta pequeña tierra nuestra, dos pueblos viven libres, uno al lado del otro, de manera amistosa y con respeto mutuo“. Cerró diciendo: “Cada uno tendrá su propia bandera, su propio himno nacional, su propio gobierno. Ninguno amenazará la seguridad o la supervivencia del otro”. Esto lo dijo, en parte, presionado por Obama, quien recibiría la ‘contratación Zárate’ de los premios Nobel de la Paz por sus buenas intenciones.

Pero incluso en ese marco, todo desencadenó en la ‘Operación Borde Protector’ de 2014, que dejó miles de muertos, decenas de miles de heridos y desplazados, y un territorio donde no quedó piedra sobre piedra. La distancia ahora entre Netanyahu y Obama es enorme. No solo por las tensiones que se han creado por la posición de Obama frente a Irán y su programa nuclear, sino porque Netanyahu, si leemos entre líneas el discurso guerrerista que dio frente al Congreso de Estados Unidos hace unas semanas, cree que Obama es un blando. Es decir, Netanyahu considera blando a un presidente que ha utilizado alegremente los ataques con drones.   

¿Qué podemos esperar en este nuevo contexto? ¿Qué pueden esperar en Cisjordania y Gaza? Nada bueno, parece ser la respuesta.

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