No desperdiciar la oportunidad de optar por el silencio, recomienda Jorge Drexler, notable cantautor uruguayo; Sting también dice que hay que recurrir a esas pausas para apreciar aún más la vibración de las notas. Silencio, es lo que también se supone necesitamos en el momento de grandes decisiones, como cuando vamos a enfrentarnos a las urnas después de despiadados bombardeos políticos-mediáticos. Silencio, todos a callar y a respetar lo que hemos pactado para bien de la sociedad.
Pero dígase lo que se diga, en relación con una supuesta era de recuperación mediática, hoy más que nunca hemos burlado ese acuerdo. Acaso no es pura grosería ver esas páginas en vísperas y en el mismo día del sufragio, haciendo burdos trucos, como machacar en el tema de la supuesta corrupción, supuesta hasta que los jueces declaren culpabilidad o inocencia, y no cuando los medios deciden a quién castigar. Juegos subliminales que intentan burlar nuestra razón y trabajar solo con la pasión, realmente de miedo. Ellos manipulan, se entrenan inagotablemente en esa práctica para poder usarla en cualquier momento, también en los extremos muy delicados como son las decisiones electorales. Ha sido muy desigual la contienda, el cerco mediático fue descarado, monopólico, hubo harto ruido, rostros estirados, recuperados del baúl de los anacronismos, con fuerte olor a naftalina.
Muchos dueños tiene el Sí, y muy distantes entre ellos, al menos eso suponemos, que hará muy difícil su reparto, saldrán muchos a agradecer, a apropiarse del resultado, se disputarán a dentelladas el porcentaje, ojalá no dejen en jirones lo que nos empeñamos en calificar de democracia, al momento de ajustar cuentas; el no tiene, en ese aspecto, mucho más sencilla la tarea y conociendo cierta tenacidad de la gente que trabajó por él, habrá enorme espacio para la legítima disputa política. La política, la buena política no le huye a la disputa.
Ecuador enterrará la época “correísta”, han vaticinado desde adentro y desde afuera, casi como queriendo que su pura pasión se imponga a la realidad histórica. Como queriendo allanarle el camino a la visión neoliberal. Más paciencia suele pedirnos esa misma historia, más paciencia y también mucha más calma, como sugiriendo que nos acerquemos al tranquilizador silencio. Hay que aprender a respirar porque nunca, cuando sueñas y aspiras a una sociedad preferentemente justa, las adversidades son para siempre, como tampoco las victorias. Queda, ahí sí, aspiración sincera, pedir que los más lúcidos de la opción del Sí, solo ubicables en la matriz progresista, no olviden que este proyecto de poder también ha suscrito una vocación pro pobre. (O)
