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El Telégrafo
Mauricio Maldonado

Un mundo feliz

04 de junio de 2019 - 00:00

Un mundo feliz es la eficaz, aunque no necesariamente fiel, traducción del título del famosísimo libro de Aldous Huxley, Brave New World.

La pertinencia de tal traducción se puede ilustrar con uno de los diálogos más potentes de la obra del escritor británico:
“Lenina se escandalizó ante aquella exclamación blasfema.

—¡Bernard! –protestó, dolida y asombrada–. ¿Cómo puedes decir esto?
—¿Cómo puedo decirlo? –repitió Bernard en otro tono, meditabundo–. No, el verdadero problema es: “¿Por qué no puedo decirlo?”. O, mejor aún, puesto que, en realidad, sé perfectamente por qué, ¿qué sensación experimentaría si pudiera, si fuese libre, si no me hallara esclavizado por mi condicionamiento?
—Pero, Bernard, dices cosas horribles.
—¿Es que tú no deseas ser libre, Lenina?
—No sé qué quieres decir. Yo soy libre. Libre de divertirme cuanto quiera. Hoy día todo el mundo es feliz. Bernard rió.
—Sí, “hoy día todo el mundo es feliz”. Eso es lo que les decimos a los niños de cinco años. Pero ¿no te gustaría tener la libertad de ser feliz… de otra manera? A tu modo, por ejemplo; no a la manera de todos”.

No sé ya cuántas veces he regresado a esta cita. Y es que la considero –como, en general, a esta obra– parte de un movimiento que me gusta llamar “liberalismo como antiutopía”, una de las facetas más apasionantes del pensamiento liberal. El pensamiento antiutópico por excelencia es de tinte liberal si es visto –con los rasgos de un estudio fenomenológico– a la luz de ciertos ejemplos.

La literatura distópica, en la que junto a Huxley hay que poner a Orwell, puede verse como un movimiento contrario a la idea de la sociedad “perfecta” (planteada ya por Platón, en la primera utopía avant la lettre que se conozca, y mil veces replanteada en otras tantas formas).

Se trata, por otro lado, de una filosofía anticonflictivista, en donde el liberalismo se presenta como el defensor de “la fecundidad del antagonismo”, que puede entenderse como otro de los rasgos característicos de una visión que no acepta ideales de vida impuestos, sobre todo desde el Estado. Se trata, en otro sentido, de un movimiento que propugna la oposición al paternalismo.

Un movimiento que no rechaza la diversidad, que la abraza y busca garantizarla. De allí ha nacido también el Estado laico, y el principio que defiende el libre desarrollo de la personalidad. De allí ha nacido, también, la reivindicación de varias ideas en pos de la libertad plena del ser humano: el matrimonio igualitario, la eutanasia, el aborto, son partes de esta lucha, de esta visión del mundo. (O)

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