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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

Mujeres pos

08 de marzo de 2018 - 00:00

Para los fines de este escrito es útil precisar el lugar desde donde hablo: soy mujer de género femenino, “individua” predominantemente social. Formo parte de una comunidad humana creada en nuestra condición de primates parlanchines, la misma que está en franca crisis y se encuentra secuestrada por el mercado.

Desde este lugar, me pregunto: ¿qué es eso del femicidio? y qué tiene que ver aquello con nuestra realidad de primates mecanizados por el mercado? En mi larga memoria no tengo registro de aquella extraña acepción, que por otra parte no ha sido definida por la RAE. Un rápido pesquisaje de esa palabra me situó a la vuelta de un pasado reciente, muy cercano, propio del tiempo en el que la compra-venta se devora al humanismo. Al parecer, alrededor de 2011 alguien institucionalizó el término proponiendo que sea equivalente a un delito. Valga decir, que la tipificación de delitos es un asunto complejo, que no tiene como objetivo principal la justicia, que no es otra cosa, sino el castigo.

En ese contexto, la idea es que primates hombres deben ser castigados, en caso de que asesinen a mujeres por su condición de féminas. Para que no queden dudas sobre mi posición al respecto del femicidio, afirmo vehementemente que estoy en contra de toda acción que termine con la vida de alguien, independientemente de su filiación cultural y de género. Sin embargo tengo ciertas sospechas acerca de por qué se ha tipificado el delito en varias partes del mundo, justo ahora; y por qué es un tema tan recurrente en los medios de comunicación, solapando a mi parecer, la comprensión de problemas estructurales. A ratos el tópico me parece prefabricado, me suena como un designio para que nos quedemos con la sonajera de hombres versus mujeres y de esta manera, desentendernos de temas sustanciales sobre la división de clases sociales, la explotación y la injusticia.

Hay que recordar que el capitalismo promovió la incorporación masiva de mujeres al trabajo para subsanar la falta de mano de obra, incrementar la producción y el consumismo. En consonancia, Pepe Mujica, afirma que las mujeres de hoy estamos peor que antes, porque sobre-trabajamos y al mismo tiempo soportamos “la carga inevitable que le encaja la naturaleza, que es biológica”.

En coro con Mujica, sin que me importe mucho el Día de la Mujer, prefiero hablar de la urgencia de terminar con toda forma de injusticia y de la necesidad de desarrollar una comunidad armónica integrada por hombres y mujeres, en la que quepan cuanto género se quiera autoperceptualmente inventar.

O sea prefiero reflexionar sobre las féminas poscapitalistas. (O)

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