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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

Lo que no miramos en la migración

12 de septiembre de 2019 - 00:00

Mi primer encuentro con la migración fue a raíz del triunfo de la Revolución cubana en 1959, pues empezaron a llegar los primeros refugiados cubanos. Claro que fue una pequeña migración, pues la Florida estaba más cerca y allá se dirigió la gran masa de refugiados.

Años después llegaron los migrantes chilenos; primero los de derecha, asustados por Allende y luego los de izquierda, aterrados por Pinochet. Y luego entraron por la frontera norte los desplazados por la narcoguerrilla o los paramilitares colombianos; y de la misma manera por la frontera sur, los que huían de Sendero Luminoso peruano.

Por otra parte, nuestra decisión de adoptar el dólar como moneda en curso atrajo a todo tipo de migrantes estos últimos 20 años. Claro está que de Ecuador salieron un par de millones de conciudadanos, especialmente a EE.UU. y a Europa. Pero hace años también migraron ecuatorianos hacia Argentina y Venezuela.

Y por supuesto, miramos con preocupación la decisión de deportar a los emigrantes indocumentados desde  EE.UU., pues la mayor parte tenemos un familiar o un amigo que se encuentra en ese país y reconocemos que hay un costo económico, político, psicológico y emocional por esas deportaciones. Pero, sobre todo, porque se rompen los círculos familiares y sociales.

Si hacemos un grosero cálculo, en nuestro país debe haber unos 2 millones de migrantes que llegaron en las dos últimas generaciones. Es decir que hay casi un emigrante por cada familia ecuatoriana. Y ahora nos toca enfrentar la gran migración venezolana, que pronto será el 3% de la población ecuatoriana. Habrá 500.000 círculos sociales y familiares con los que lidiaremos.

Ya somos parte de su especialidad culinaria, pues empezamos a consumir arepas y a entender lo que es el asado negro. Y muy pronto influenciarán en nuestra cultura. No es nuevo, pues muchos de los Libertadores fueron venezolanos. Y solamente si nosotros, los ecuatorianos y nuestro gobierno, entendemos que esta migración, como toda migración, crea fuertes vínculos familiares y sociales, podremos formalizar su presencia en el país y hacer que todos contribuyan al progreso común. (O)

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