En 1991, el estadounidense Michael Warner lanzó el libro El miedo al planeta queer, una introducción al concepto que él acuñó como la “heteronorma”, que refiere a las relaciones de poder que se dan en la sociedad desde lo que, en tanto, la antropóloga Gayle Rubin llamó como la heterosexualidad obligatoria. ¿Y cómo aterrizar esta serie de conceptos que salen de la academia?

Ciertas personas han cuestionado en redes sociales el rol que deben jugar ciertos grupos, desde su visión de vida o desde las luchas que protagonizan. Y tiene que ver también con la coherencia de sus discursos, con su cotidianidad.

Recuerdo alguna vez a María Paula Romo haber dicho en época de la Ruptura, que no era aceptable protagonizar una lucha por derechos, contra la desigualdad de género o la violencia machista y a la par gozar de chistes que hacen mofa a los roles de la mujer en la sociedad. Es coherente y cuesta sacarse el chip, pero con el tiempo te das cuenta de que es así.

Y cuando eres militante de una causa –como la LGBTI– y todo el mundo lo sabe, hasta en reuniones o chats familiares se cuidan de lanzar chistes, expresiones o memes homófobos.

Aludo esto a la burla generada en redes por el matrimonio efímero de dos mujeres, luego de 6 años de lucha para poder casarse, que incluyó tolerar insultos propios del anonimato, vejaciones políticas propias del anterior gobernante. Por la dimensión de ambos personajes, era algo que debió manejar un bajo perfil, pero no fue así.

Bien dicen también que las redes ayudan a derribar ese rechazo que obstaculiza un duelo sano. Hay quien ayuda a compartir el dolor; pero otros lo convirtieron en objeto de gozo vengativo. Inútil, pues la lucha de ambas no fue de ellas, sino también de y para todos.

Como si esa lucha implicara la reinvención del matrimonio; o que la convivencia y el amor no sufren un desgaste. Les recuerdo que el divorcio heterosexual en Ecuador se incrementó 83,5%.

Gracias a ellas, hasta una situación como el divorcio demanda un esfuerzo a los homófobos a reconstruir conceptos y desvendarse de lo que se han negado a entender. (O)