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El Telégrafo
José Vales

Memorias de tiempos pandémicos

11 de diciembre de 2020 - 00:00

El 2020 se hace eterno. El peor año de nuestras vidas. Meses que comenzaron a redefinir al mundo y a la vida cotidiana aquí, allí y en todas partes. Se activaron los contadores de muertos y comenzamos a recurrir a términos nuevos, o eufemismos en definitiva, como el de “nueva (a) normalidad”, creyendo, ilusos de nosotros, que vivíamos en un mundo muy normal y sin virus al acecho.

Llevamos tiempo ya hablando de la vacuna que se la espera por estos lares para diciembre –como un pedido especial a Santa Claus-,  según el anuncio realizado ayer por el presidente argentino, Alberto Fernández. Habrá que seguir de cerca el tema para que las campañas de vacunación no terminen como el sepelio de Diego Maradona, con el propio gobierno, sobrepasado en su organización.

Agotamos meses analizando los nuevos hábitos ciudadanos bajo un estricto control social o el ingreso a la era de la cibervigilancia. De Balenciaga esta temporada sólo esperamos el último grito de la moda en barbijos, complementos indispensables como la corbata y la pajarita de otrora, para la boca. Prenda de usos múltiples. No sólo nos mejora el rostro en muchos casos, sino que nos protege del virus y nos sirve como una justificación a la medida para aquellos que no quieren decir mucho o no tienen nada para decir. Total, todo se lo cargan a la cuenta del covid-19.

Lo que nadie nos dice es que la prevención, los testeos son tan urgente como aprender a convivir con esta pandemia como lo venimos haciendo con tantas otras, como la corrupción, el nepotismo, el pésimo sistema educativo que caracteriza a nuestros países, las escandalosas carencias de nuestros sistemas de salud, regenteados a tiempo completo por mafias de todo tipo e idiomas.

Eso que ya vieron algunos intelectuales “Tanti anni fa”, la redefinición (o regresión) del capitalismo, ya está aquí. Y nosotros armando, una vez más,  el arbolito de Navidad. Entonces, mis queridos contertulios, luego no vale preguntar “¿De qué murió?” Aun cuando el covid-19 sea generoso y no se defienda de acusaciones infundadas.

Sin política, sin estrategias de corto y mediano plazo, con las economías destruidas y desorientados por tanto miedo, virus y burocracias, incremento exponencial de la pobreza y carencia de empleo, entre otros flagelos, el mundo se deja ver a punto de caramelo para una suerte de fascismo planetario, al que todavía le faltan redefiniciones y testeos varios.

Y si algo de singular se destacó en estos meses históricos es la actitud de la casta política en esta parte del mundo. Logró lo que parecía imposible. Brillar por su ausencia. Enviando señales de que aún estaban en sus cargos con alguna declaración más digna de un comic, como el caso de nuestro siempre presente Jair Bolsonaro o la de su par argentino, Fernández, quien nos avisó a tiempo que Argentina no iba a terminar como Suecia. Algo que veníamos sospechando desde niños.

Pero tranquilos, también son tiempos de esperanza. Ahora que Wall Street comienza a cotizar el agua y viajar es un incordio,  podemos disfrutar más de nuestro terruño y hasta logramos prescindir de algunos géneros gastados y obsoletos en Netflix. La realidad puede ser mucho más surrealista y con mucha más emoción que la que nos puede regalar la ficción.

 

 

 

 

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