Un ejercicio original podría ser la elaboración de un mapa del ADN político del Ecuador, en consideración de algunas variables que identifiquen sus rasgos característicos, que ayuden a valorar la situación actual con miras a visualizar nuevos escenarios y tendencias, a partir del año que se ha iniciado.
Para los entendidos en matemáticas políticas todo dependería del algoritmo escogido, sus aspectos esenciales y sus componentes alfa numéricos. La tarea no es fácil si se toma en cuenta la variedad y complejidad de los sistemas políticos, y los nuevos contextos e indicadores cualitativos que inciden en la constitución de una matriz o matrices, como parte de un árbol o cadena que articula un conjunto de redes y relaciones, a la manera del ADN biológico.
Algunas claves para este incipiente ejercicio podrían ser: la corrupción, la decodificación de promesas, los dichos, los discursos políticos, las ideologías –si existieran-, el marco jurídico, el climax de las campañas, los programas de gobierno, las estrategias comunicativas, los derechos humanos, las redes sociales, la dolarización, la deuda externa, la salud, la educación, el voto histórico por grupos etarios (hombres, mujeres, jóvenes, tercera edad), la pobreza, los saberes ancestrales, los debates, las encuestas electorales y más.
Esta “lluvia” desordenada de elementos sería el paso necesario inicial, para agruparlos luego por categorías, siguiendo la metodología del “árbol de problemas” para, más tarde, luego de un análisis conceptual de cada uno, identificar los principales indicadores. Se trataría de construir –bajo criterios interdisciplinares- un “tanque de pensamiento” o “Thing-tank”, que es un laboratorio de ideas o gabinete estratégico, que permita, después de este estudio situacional, construir un mapa o espacio de relaciones e interacciones entre los sistemas y subsistemas, y los objetivos subyacentes de cara al futuro, de manera especial para la toma de decisiones.
En el Ecuador no hay muchas experiencias sobre tanques de pensamiento aplicados a la política. La academia –a través de los cursos de política aplicada y gobernabilidad- debería trabajar el ADN de la democracia y construir mapas sobre los ejes principales y complementarios, que incluyan a la política, la economía, la ética, la deuda, el ambiente y los partidos políticos, entre otros.
