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El Telégrafo
Ximena Ortiz Crespo

Mantenernos cuerdos

Debemos estar conscientes de que la salud mental es un elemento básico para la vida.
26 de diciembre de 2020 - 00:00

Esa temporada nos lleva a constatar la realidad de que la depresión nerviosa es una condición que experimenta mucha gente y que ha sido producida o agravada debido al encierro. Todas las alarmas se prenden cuando conocemos de personas adultas, de jóvenes y de nuestros mismos estudiantes agobiados por el desánimo.

 

Pensando positivamente recuerdo que mi padre hablaba sobre la obligación moral de cada uno de mantenerse cuerdo. Siempre elucubré sobre lo que él trataba de transmitir. El mensaje que nos daba era que debíamos poner todo de nosotros para luchar contra las obsesiones, las manías e incluso las fobias. Y él predicaba con el ejemplo. Era cuestión de ponerse a trabajar, amar la vida apasionadamente, aprender cosas nuevas, contactar con la naturaleza, tener hobbies, involucrarse en la vida del país políticamente, reír mucho, cantar, oír música, leer constantemente y un sinnúmero de otras prácticas.

 

Pero ¿cómo resuelve nuestra sociedad los problemas mentales? En casa, lo primero es acudir a la pasiflora, la lechuga o a la valeriana para combatir la ansiedad. Luego, a los baños relajantes con hierbas. Y, si los remedios caseros no funcionan, siempre se puede acudir a especialistas que pueden establecer científicamente la existencia de desbalances químicos en el cerebro y recetar pastillas para animar o para apaciguar. Entre los que creen en la responsabilidad individual y los que dejan la depresión a factores clínicos hay toda una gama de métodos para tratar los males del alma.

 

¿Cómo podemos ayudarnos a nosotros mismos?, ¿y cómo ayudar a otros en este encierro que le causa impacto hasta al más tranquilo? Primero, reconociendo que estar sin contacto humano la mayoría del tiempo es muy duro para la psiquis. Más si vivimos en una sociedad como la nuestra que ansía estar en grupo, en la que los padres construyen edificios enteros para tener a todos sus hijos juntos; las familias aprovechan cualquier momento del año para reunirse, y estas se convierten en el verdadero seguro social de sus miembros.

 

Luego, debemos estar conscientes de que la salud mental es un elemento básico para la vida tan importante como la salud del cuerpo. De no cuidarla nos convertimos en personas inútiles para nosotros mismos y para nuestros semejantes. Carecemos de la estructura para poder actuar y para poder visualizar lo que queremos.

 

Para los profesores universitarios es especialmente delicado el tema de su propia salud mental y la de sus estudiantes. El Philadelphia Inquirer de la semana pasada dedica una página entera a los impactos de la pandemia en el estado de ánimo de los docentes en sus esfuerzos de transmitir conocimientos. En el país, el número de estudiantes que presenta problemas de salud mental ha aumentado drásticamente en los últimos años, y se ha acrecentado en tiempos de pandemia. Para los estudiantes de primer año, por ejemplo, sus primeros pasos hacia la educación superior siempre han sido un desafío. Se enfrentan a la adultez, requieren autodisciplina, tratan de equilibrar su trabajo académico con las presiones financieras agravadas por el desempleo, y no tienen el bálsamo de construir nuevas relaciones sociales con sus compañeros.

 

Pero debemos detectar problemas mentales. Las personas que los sufren no tienen disposición de hablar, ya sea por el miedo al estigma, por la preocupación sobre las consecuencias que puede tener el pedir ayuda o simplemente por vergüenza. ¿Qué deberíamos hacer? Asegurarles que es natural que nos sintamos ansiosos y preocupados. Como seres humanos nos gusta la certeza. Estamos programados para querer saber qué está sucediendo a nuestro alrededor y para percibir inmediatamente situaciones que nos parecen amenazadoras. Cuando lo que nos pasa tiene visos de incertidumbre o inseguridad es normal que nos sintamos estresados. Esta reacción de nuestra mente –que está biológicamente programada para protegernos–puede causar todo tipo de estragos. La incertidumbre –dicen los psicólogos–puede disparar en la mente humana recuerdos de tiempos pasados en los que no nos sentíamos seguros. A nuestros estudiantes es necesario advertirles que lo que ya experimentaban respecto a la incertidumbre se agravó, pero desaparecerá con el tiempo, con la vacuna y los cambios que haremos para irnos adaptando a las nuevas realidades.

 

Para cuidar nuestra salud mental y la de los demás frente a la incertidumbre debemos separar lo que está bajo nuestro control de lo que no lo está. Si seguimos estrictamente los protocolos de seguridad, sigámoslo haciendo. Por otra parte, alimentémonos bien, tomemos suplementos alimenticios, limitemos el consumo de noticias (¿será necesario ver por enésima vez cómo le inyectan la vacuna a una persona tras otra en la TV?). No nos comparemos con los demás. Pensemos que fue muy saludable no organizar ni asistir a eventos familiares o sociales navideños. Dejemos de rumiar y resentirnos porque los hijos cancelaron la cena. Salgamos de paseo a la naturaleza, tomemos sol, sintamos el aire fresco, planifiquemos tiempo de calidad en paseos o reuniones por Zoom con amigos y familiares. Hagamos ejercicio que también ayuda a la salud mental.

 

Tal vez el mejor bálsamo sea mantenerse en el presente. Tomar un día a la vez. Cuando te encuentres con tu mente rumiando preocupaciones, oblígala a volver al momento presente. Gestiona tu pensamiento. Observa las imágenes, los sonidos, los sabores, las sensaciones táctiles que experimentas en el momento que ocurren, y nómbralas en tu mente.

 

Es indispensable aconsejar a los chicos que deben mantener el contacto con sus familiares y profesores, y pedir ayuda si la necesitan. Hablar con los amigos de confianza sobre lo que sienten. Y si la ansiedad parece inmanejable, buscar apoyo de un profesional de la salud mental.

 

Es posible que no comprendamos completamente lo que estamos experimentando emocionalmente hasta que pase la pandemia. En este momento, pongamos nuestra voluntad en superar nuestra ansiedad. Identifiquemos lo que nos pasa interiormente y tomemos acción sobre ello. Contagiemos esa voluntad a la gente con la que nos relacionamos. Respiremos profundo y mantengámonos confiados y conectados. Como decía mi amado padre: es nuestra obligación hacerlo.

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