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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

Manabitas en Venezuela

10 de enero de 2019 - 22:10

Manabí tuvo una cierta autonomía económica entre los siglos XIX y XX, basada en el desarrollo de su economía agroexportadora, que articuló ejes productivos portuarios alrededor de ciclos sucesivos, impulsados por el comercio del sombrero, la tagua, el cacao y el café. Ese ciclo agroexportador terminó alrededor de los años 80 del siglo XX, cuando empezó la decadencia de la economía cafetalera por la caída de los precios internacionales, lo que llevó a la provincia a depender gradualmente de las remesas de los migrantes y de las transferencias del Estado central, a pesar de los cortos períodos de bonanza, por la producción de camarón. Aunque la emigración ha sido constante en la provincia, el fenómeno fue mucho más dramático durante las épocas de sequía. Alrededor de 1948, familias descendientes, en su mayor parte, de antiguos indios comuneros asentados en la zona del bosque tropical seco, se desplazaron hacia Venezuela, sobre todo desde el Aromo, generando una cadena de parientes localizados en esos dos lugares, que les permitía trabajar en Caracas, en Cervecería Polar y en el sector de la construcción, y volver una vez al año para participar en las fiestas de San Pedro y San Pablo, las cuales servían no solo para afirmar la tradición y restablecer la cohesión social, sino también para la redistribución económica de los ahorros logrados, con grandes sacrificios (Banda y Mish, Unesco, 1987).

La migración manabita se agudizó por el cambio estructural de la economía, que dejó de ser agrícola para pasar a depender de la exportación petrolera desde 1970; también por el impacto de las medidas neoliberales, la inflación, las deudas y la pérdida del poder adquisitivo del sucre. En la década de 1980 emigró el 18,3% de la población campesina de la provincia, hacia Portoviejo, Manta y Guayaquil, ciudad que recibió más de 25.000 manabitas entre 1974 y 1982. En ese período también creció el flujo migratorio hacia Venezuela, movido por el propósito de obtener más ingresos para paliar las necesidades básicas, y sobre todo para pagar las deudas adquiridas para financiar las faenas del campo, sector golpeado duramente por las políticas neoliberales. Salvo excepciones, los que se fueron a la Patria de Bolívar tuvieron una relativa bonanza solo hasta 1983, cuando se produjo la devaluación de la moneda venezolana, se incrementó el costo de vida y se inició la crisis en ese país. (O)  

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