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Mafalda como filósofa de cabecera. ¿Para qué más? Si ya en los años 70, la genial creación del dibujante Quino, lo repetía desde alguno de sus inmortales cuadritos.
Basta con hacer un somero paneo por el globo para repetir con ella, una y mil veces, hasta que podamos concretarlo. Bajarnos del mundo por un instante, una temporadita, al menos, para reflexionar un poco, hacia dónde va todo, hacía dónde vamos nosotros.
Con países cuyas economías dejan a más de la mitad de sus habitantes fuera de la escala social, con los 10 países más ricos aumentando la brecha con los nuestros, en Sudamérica, en materia de calidad de vida.
Con un calentamiento global que se vislumbra como una daga sobre cada uno de nosotros y con sistemas políticos –incluso la democracia representativa–, cada vez más tramposos en términos, justamente, de representatividad.
Corporaciones políticas subvencionadas por los contribuyentes sin ver las retribuciones mínimas del Estado en cuestión.
Países donde llegar a fin de mes, para una familia tipo, cuesta cada día un poco más. Donde no alcanzan ya los esfuerzos ni la carga horaria de trabajo para no caerse del sistema.
Naciones endeudadas hasta el paroxismo. Debates vacíos de contenido, gobernantes nuevos que ofician, en el mejor de los casos, de bomberos sociales, para que no se desmadre todo un poco más, esperando que los recursos naturales (petróleo, litio, minerales varios) abran las puertas a una nueva era económica, o bien de extracción salvaje y expolio, con su cuota de contaminación incontrolable.
Esto mientras la discusión de hacia dónde va el mundo sigue pasando por otros centros de poder. Así vamos a llegar al 2020. Con las protestas sociales explotando en el tercer y en el primer mundo también, cual “cambalache” geopolítico, en una nueva crisis sistémica de un capitalismo al que se le agotan los recursos y las ideas.
Por eso, la levantar la copa para el brindis de fin de año, no aparece una mejor idea que calzarse una camiseta con la imagen de Mafalda y pedir, implorar, exigir, que lo paren de una vez. Para ver si nos bajamos a repararlo. (O)
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