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El Telégrafo
Guillermo Carmona

Macri y los riesgos del laberinto brasileño

17 de octubre de 2018 - 00:00

Las relaciones con la República Federativa de Brasil ratifican el rumbo zigzagueante y oportunista de la “inserción inteligente” de Argentina en el mundo que propone el presidente Mauricio Macri. La enorme relevancia que tiene para la región y para nuestro país, los trascendentes acontecimientos políticos registrados el otro fin de semana en el vecino país, comportan un delicado desafío, no sólo para preservar convenientemente las relaciones bilaterales,  sino también para garantizar la estabilidad democrática y la paz en la región. Desafortunadamente hay antecedentes que no presagian la mejor estrategia.

El silencio cómplice frente al golpe parlamentario que destituyó a Dilma Rousseff y el apresurado reconocimiento al ilegítimo gobierno de Michel Temer primero; la excusa de una “justicia independiente” para justificar la proscripción política Luiz Inácio “Lula” da Silva después; y las declaraciones del canciller Jorge Faurie celebrando por anticipado el hipotético triunfo del ultraderechista Jair Bolsonaro, señalado por la prensa y la opinión pública internacional de homofóbico, racista, xenófobo, machista y carente de convicciones democráticas, denotan un oportunismo superficial y un grave error político, que equivoca el sentido y los objetivos de una política exterior autónoma y responsable.

A los dudosos beneficios de esta estrategia, la gestión macrista de los asuntos exteriores suma reiterados y groseros traspiés que reducen, aún más, los márgenes de decisión de nuestro país en el inestable sistema internacional. El abandono de las políticas de integración regional, autonomía y multipolaridad y el alineamiento tras la agenda marcada por los Estados Unidos, la Unión Europea y las corporaciones financieras internacionales llevaron a cometer, entre otros, un  grosero error de cálculo cuando Macri apoyó explícitamente a la candidata demócrata Hillary Clinton, sorpresivamente derrotada por el candidato republicano. El triunfo de Donald Trump y sus desplantes para con Argentina, fueron la directa consecuencia de este extemporáneo  favoritismo presidencial.

Con el Acuerdo Foradori-Duncan el gobierno debilitó la histórica posición Argentina sobre la Cuestión Malvinas minimizando, con ese pacto, el  legítimo reclamo de soberanía, además de resignar posiciones en materia de recursos naturales, hidrocarburos y comercio, entre otros asuntos estratégicos.  Entusiasmado por liberalizar el comercio con Europa también intentó, infructuosamente, acelerar el Acuerdo de Asociación Estratégica Birregional Mercosur-Unión Europea, fracaso que se profundiza si Jair Bolsonaro, enemigo declarado de los tratados de libre comercio, se hace con la presidencia de Brasil.

Paralelamente, el presidente Macri deterioró gratuitamente los vínculos con China, potencia con la que nuestro país tiene suscripto un acuerdo de  “Asociación Estratégica Integral”. Primero amenazó con negarle a ese histórico socio de la Argentina el estatus de economía de mercado ante la OMC, en línea con los dictados de la administración de Donald Trump. Y más tarde puso en riesgo el financiamiento de las represas “Néstor Kirchner” y “Jorge Cepernic”, al sembrar sospechas sobre la transparencia de los acuerdos bilaterales firmados con el gigante asiático.

Un nuevo equívoco internacional fue la caída de los recursos destinados al financiamiento del proyecto de la central hidroeléctrica Chihuido sobre el Río Neuquén, ya acordados con Rusia. Las sospechosas dilaciones y nuevas exigencias planteadas por la Casa Rosada llevaron a Vladimir Putin a descartar el crédito comprometido. Mientras, los neuquinos siguen  esperando nuevos inversores.

Una política exterior de largo plazo exige poner, con realismo, los intereses de la Nación y los del pueblo argentino por encima de cualquier otra consideración. Maquillar los errores propios repartiendo culpas y responsabilidades no es el camino para generar confianza y atraer inversiones productivas. La complejidad del nuevo escenario brasileño será el terreno donde Mauricio Macri deberá poner en juego, no sólo pragmatismo, sino inteligencia estratégica para, además de capitalizar los  potenciales beneficios económicos se preserven, sin concesiones, los derechos humanos, la democracia y la paz en América Latina.

*Diputado nacional del FpV-PJ. Vicepresidente de la Comisión de Relaciones Exteriores y Culto.

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