Los tradicionales grandes ricos y los nuevos que han obtenido mañosamente recursos por malos manejos en la función pública en sus países, en busca de esconderse, ampliar sus riquezas, protegerlas con extremo egoísmo, evadir impuestos, exportan sus capitales en forma perversa, perjudicando a las economías nacionales; sin embargo, sus discursos son de crítica rabiosa a la política económica de los gobiernos progresistas. Lo que se llama ‘paraísos fiscales’ son lugares donde con facilidad se crean empresas mercantiles, con grandes ventajas tributarias y ultrasecretos bancario-financieros, con los cuales quienes hacen transacciones a través de ellas ocultan patrimonios y beneficios para evadir el pago de impuestos en sus propios países.
Y lo que se llama offshore (se estima existen 214.000 compañías en el mundo) son creadas en tales ‘paraísos’ y realizan actividades fuera de su jurisdicción, aprovechando el secretismo fiscal; con lo que acumulan patrimonios sin pagar impuestos y generalmente se dedican a la compra de acciones y bienes. Hay empresas especializadas para el efecto, como la panameña Mossack Fonseca, una de las cinco más importantes del mundo. A través de sus operaciones han quedado al descubierto 11,5 millones de documentos, entre los cuales se esconden millonarias sumas, que corresponden a más de 40 países; están involucrados unos 500 bancos en 30 paraísos fiscales.
Bien hizo el papa Francisco en devolver a Macri, potentado offshore, el dinero que envió para financiar algún programa social (Scholas). En esas operaciones, según la información del mencionado consorcio internacional, que se va aflojando de a poco, de acuerdo a los intereses de los medios y periodistas, hay comprometidos una docena de jefes de Estado y centenares de políticos de rapiña, incluidos unos cuantos infiltrados en gobiernos progresistas que también han hecho de las suyas, a los que hay que ajustar cuentas.
Legales o no, buena parte de esas operaciones, son claros indicadores de acciones antinacionales, delictivas, de corrupción política y dejan al descubierto la hipocresía y engaño, como normas de conducta de políticos, algunos de ellos en sus países aparecen como ‘cristianos’, no obstante que promueven el uso del capital para oprimir al hombre y relegan el bien común; grandes salvadores de la economía, ‘técnicos’ de primera línea, apasionados fondomonetaristas e impulsores del capitalismo neoliberal, de inequidad y exclusión social. Están involucrados personajes políticos y poderosos empresarios que, como en Ecuador, dicen defender la dolarización, que depende del ingreso neto de divisas, y reclaman febrilmente por inversión extranjera, pero exportan sus capitales a los paraísos fiscales; hablan de austeridad fiscal y evaden el pago de impuestos, esconden sus patrimonios, crean bancos o fideicomisos en el exterior para defenderse de la ‘inestabilidad’ y la ‘crisis’. Típico doble discurso político de la derecha traidora, que quiere volver a manejar el país. Lo que está quedando al descubierto con el escándalo de los ‘Panama Papers’, que unos 265 ecuatorianos tienen $ 30.000 millones en paraísos fiscales, con lo que se afecta al Estado, trabajadores y la competencia (medianas y pequeñas empresas); y que el 60% de acciones de los grandes grupos económicos están en Panamá. Que hay empresas y apellidos rimbombantes, según publican los diarios, incluido un precandidato a la Presidencia y propietarios de algunos grandes medios.
Es la derecha offshore, a toda prueba, desleal con el país, pero, eso sí, tenaz defensora de las ‘libertades’ y la ‘democracia’. La Comisión de Justicia de la Asamblea investiga y ya hay claros pronunciamientos oficiales para ir hasta las últimas consecuencias, ‘caiga quien caiga’, en el ámbito público y privado. Eso es bueno para el país que espera, lo más pronto, medidas y resultados en función del interés nacional. (O)
