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El Telégrafo
Ximena Ortiz Crespo

Los blues de la presencialidad

16 de octubre de 2021 - 00:24

Muchas personas se sienten confundidas, preocupadas y aprensivas por los cambios que se están produciendo al regresar al trabajo presencial. Las instituciones están explorando formas híbridas de trabajo para cumplir con las recomendaciones sanitarias. Estos ajustes dependen del tipo y las características del trabajo. Pero, la verdad sea dicha, para todos es difícil volver a la presencialidad.

Tener que madrugar e ir a dormir temprano. Vestirse. Peinarse. Arreglarse. Maquillarse. Ponerse zapatos de calle. Encontrar ropa que haga juego. Salir en el carro. Encontrar lugar para estacionar. Resolver el almuerzo. Encontrar que no hay internet en la oficina. Recibir el saludo de colegas y visitantes, muchos de los cuales quieren estrechar tu mano...

Muchas instituciones prometen flexibilidad y ofrecen trabajo híbrido, es decir, días de asistencia a la oficina y días para hacerlo desde casa, pero, el rato del rato, quieren ver a sus empleados sentados en sus puestos. Los jefes no confían en el teletrabajo y están deseosos por recuperar el control estricto a sus supervisados. Prefieren constatar que su personal esté presente aun cuando saben que su desempeño era óptimo a distancia. En una sociedad como la nuestra se practica aquello de que “el ojo del amo engorda al caballo”.

Las entidades están tratando de mantener normas y protocolos, pero, en una realidad cambiante, hay un cierto caos. No existen reglas generales, por lo que se les permite a los supervisores algo de flexibilidad: unos deciden que sus subalternos acudan a la oficina tres veces a la semana, otros que lo hagan diariamente en horario reducido.

Al trabajador le resulta difícil la adaptación y le cuesta mantenerse concentrado. Esto es particularmente cierto en las madres de familia, que se habían acostumbrado a tener a sus hijos cerca, supervisar sus tareas y mantener el trabajo doméstico organizado.

Desde el punto de vista psicológico, salir de la comodidad de la casa al frío de la oficina incita temor, además de miedo al contagio. Se dice que es como si se estuviera regresando a la escuela después de las vacaciones. Pero, a personas como Francisco –un empleado de 45 años que vive con su esposa y sus hijos, quien perdió a su padre por la COVID-19–, regresar a la oficina le ha causado miedo, ansiedad y depresión.

Las empresas que no se acogieron a la Ley Humanitaria no saben cómo descontar las horas del personal de servicios que no trabajó durante el encierro. Por ello, hay arbitrariedad en las decisiones sobre vacaciones (se les impiden tomar al servidor) u horario (jornadas laborales de diez horas) para compensar el tiempo no trabajado.

Estamos viviendo un shock cultural dentro de las instituciones y deberemos adaptarnos poco a poco. Algunos tips para superar la incertidumbre de volver al trabajo presencial son, por ejemplo, mantenerse en contacto con los colegas y con los superiores jerárquicos. No es necesario hablar sobre el trabajo, pero una corta conversación con ellos ayudará a sentirse conectados. Todos hemos sido afectados por el coronavirus de una forma u otra. La gente quiere hablar sobre cómo lo pasó, sus aflicciones, ansiedades y pérdidas. Si se comparte, se puede conseguir armonía y tranquilidad.

Planificar y prepararse puede ayudar. Uno de los aspectos a tomar en cuenta es ser eficientes. Para ello, las agendas y recordatorios son de máxima importancia. No se puede “estar cruzados” con información diferente en la computadora doméstica y la de la oficina. Hay que conectarla. Tenerla en un disco duro externo unificará la información.

Aún en el caso de que la empresa provea protocolos e insumos de protección, es mejor adelantarse y crear nuestras propias formas de mantenernos a buen recaudo. Primero, debemos conocer las disposiciones que se han tomado para crear un entorno de trabajo seguro. Luego, mantener alcohol en nuestros escritorios y salas de reunión es prioritario. Y ser estrictos con el uso continuo de mascarillas y el lavado de manos nos permitirá estar a salvo.

La forma en que trabajamos seguirá cambiando en las próximas semanas, por lo que habrá que ajustarse a nuevas disposiciones. No se puede esperar que todo vuelva rápidamente a la normalidad. Existe un camino por delante. Es posible que no se pueda volver a las antiguas formas de trabajo. Esto podría darnos la oportunidad de hacer las cosas de manera diferente y mejor. Cuídese a sí mismo, cuide a los demás, aproveche el momento y tome cada día a la vez.

Reflexionemos cómo estamos afrontando estos cambios y qué podemos hacer para mantenernos mentalmente saludables. Conversemos sobre el tema con nuestro equipo y nuestros jefes. ¿Tal vez podamos hacer las cosas de manera diferente o encontrar otras estrategias para trabajar mejor? Al final, sabemos que el ser humano es una especie con enorme capacidad de adaptación y resiliencia. Pronto superaremos los blues del regreso al trabajo presencial.

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