Lo que está sucediendo ahora mismo en ambas márgenes de la desembocadura del río Mataje en el Pacífico –y aguas arriba– lo veíamos venir desde que el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC comenzaron a negociar en 2012: la paz en Colombia, tan deseada en todo otro aspecto, resultaba un claro riesgo para la seguridad interna en el Ecuador.
Analistas bien informados habían planteado entonces varias cuestiones: ¿cómo garantizar que todos los miembros de las FARC se sumaran a la vía de participación política democrática, ellos que lo único que habían sabido hacer durante décadas era blandir un arma? ¿qué pasaría con los exguerrilleros que no depusieran las armas? ¿se seguiría respetando el tácito pacto de no agresión existente entre las FARC y las fuerzas regulares ecuatorianas?
Los momentos que vivimos en la frontera común son los más graves de la historia de nuestros países en los últimos cien años. Mientras las FARC eran un grupo armado con estructura jerárquica sólida y disciplina razonablemente rígida, las actuaciones de sus miembros estaban controladas; pero una vez que la guerrilla ha quedado desmantelada, no hay autoridad que pueda poner freno a los desmanes que cometen en ambos lados de la frontera esas bandas criminales (hay que llamarlas por su nombre, usar la abreviatura “bacrims” solo banaliza el fenómeno, me parece).
Frente a esta situación, no haber desarrollado una estrategia clara ni equipado debidamente a las Fuerzas Armadas, sabiendo lo que se venía y habiendo contado con tiempo suficiente para ello, es una muestra más de que durante el gobierno anterior solo se hacía inversión en aquello suficientemente visible como para reportar dividendos políticos. (A menos que armar a las Fuerzas Armadas fuera considerado riesgoso para el régimen).
El Gobierno nacional y su cúpula militar no deben perder ni un minuto más: han de adoptar las medidas de estrategia política, económica y militar que garanticen la seguridad y tranquilidad de los ecuatorianos que viven en las zonas fronterizas de Esmeraldas, Carchi y Sucumbíos. (O)
