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El Telégrafo

Libertad de expresión y razón

01 de enero de 2012 - 00:00

Hace unos meses una opinión mía incomodó a un sacerdote católico español que dice estar en  situación similar a la del presidente Rafael Correa y procedió a enjuiciarme por medio millón de dólares. Dado que el Presidente exigía una disculpa para desistir del juicio, fui personalmente donde el sacerdote y le pedí disculpas, convencido que si una persona se siente afectada por una opinión difundida, hay que priorizar la caballerosidad por sobre la libertad de expresión.

En la junta de conciliación, su abogado plantea que deberé dar una disculpa pública que será redactada por el sacerdote y pide el pago de 30.000 dólares a cambio de su perdón.

El sacerdote ha mencionado que el juicio lo sigue por instrucciones de sus superiores dominicos. Significa que varios sacerdotes católicos se han reunido y puesto de acuerdo para enjuiciar a un creyente y le han fijado precio a uno de los más sagrados pilares de la Iglesia y la religión Católica: el perdón, devaluando las leyes divinas que promueven y asiéndose de leyes terrenales.

Posición que no se compara con la del presidente Correa, quien exigía una disculpa, una rectificación que nunca se le dio –que mi acusador jamás pidió- y que en este país ni periodistas ni medios quieren darlas, divorciando la libertad de expresión de la razón.

Desde el púlpito los sacerdotes cada día nos convocan al perdón, oran para que nos amemos, muestran a Jesús como ejemplo de sacrificio y perdón cuando en su flagelante agonía dijo: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”; sin embargo, el juicio continúa y la disculpa no es aceptada si no hay un pago de dinero y un castigo ejemplar que desanime a todos quienes piensen siquiera en cuestionar la labor política  de un  sacerdote. ¿Acaso quienes representan la sagrada religión Católica ya no cumplen lo que nos exigen, ni creen en el Padre Nuestro que reza:  “perdona nuestra ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”?

Debo mantener la fe en que el corazón de mi querellante y sus superiores dominicos se abra al perdón, lo practiquen y sean un ejemplo de amor cristiano que promueve  -justamente en estas fechas- el Santo Padre  y tras preceptos de religiosidad no se pretenda conculcar derechos básicos como la expresión y la dignidad.

La Conferencia Episcopal tiene la palabra: ¿En vez de perdonar, los sacerdotes deben seguir juicios terrenales a nosotros los pecadores y pedir dinero por su perdón?

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