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El Telégrafo
Duglas Rangel

Lennon: 40 años después

08 de diciembre de 2020 - 00:00

La noche del 8 de diciembre de 1980 fue una noche cruel. Mark Chapman, un guardia de seguridad, totalmente desconocido, con una vida oscura, afectado por la envidia y con deterioro en su salud mental, le dispara a Lennon.

Le dispara a matar. John Lennon cae abatido víctima de su fama, su popularidad. Sensato en sus letras, la muerte no le hizo honor a su calidad de estrella y murió por los disparos de un fanático perturbado, que odiaba la fama de Lennon, que odiaba sus canciones, que no entendía por qué Lennon tenía fama y millones que admiraban su música y su alegría de vivir.

No entendía las posesiones de Lennon cuando en Imagine hablaba de no tener posesiones.

La vida es rara. La vida es un carnaval, mientras no aparezca un maniático y te envié al más allá, solo porque el tamaño de su envidia es tan profunda como el dolor.

Lennon fue asesinado hace cuarenta años. Él dijo un día "que los Beatles eran más populares que Jesucristo". Lennon intocable, grandioso, músico adorado. Idolatrado.

La muerte se le presentó en un instante de fatalidad, en un momento cruel, pero inolvidable. Lennon canción y crucifijo. La vida no pudo más con él. La vida se detuvo para él, pero el mundo siguió cantando sus canciones.

Lennon quizás nunca imaginó irse así. Su sangre derramada en el piso se mezcla con las tristes coplas tristes de Yesterday (Paul McCartney).

Los Beatles se convierten en inmortales. Lennon quizás miraba hacia el futuro, pero se le atravesó la muerte.

¿Por qué Chapman mató a Lennon? Chapman quería ser famoso y lo logró. La envidia es la hija de la ironía. La ironía es la madre de todos los absurdos. La fama es una ilusión.

Lennon murió y su fama ahora es inmortal. Pero él con sus espejuelos redondos, sentado en el parque junto a Yoko Ono ven el atardecer y tejen y entretejen su separación para siempre.

La muerte arbitraria que se lleva a los grandes, poderosos, ilustres, honorables y venerables. Es insensible, indefendible, indetenible, azarosa, tétrica. La muerte siempre de pie. Sin dormir, nunca ausente, ni lejana, ni cercana tampoco, aparentemente inexistente.

Lennon cuarenta años después, muerto, y Chapman preso, encerrado, dormido, pero vivo aun viendo el amanecer, viendo lo que los ojos de su víctima ya no pueden ver.  Te recuerdo Lennon. Tus canciones siguen y tú sigues en tus canciones. (O)

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