El miércoles, para deleite de lo que hemos convenido en llamar la ‘oposición’, se remitió, desde el Ejecutivo, el Proyecto de Ley del Código Orgánico Monetario y Financiero. Digo para su deleite, por esa calidad conspirativa en la que se dio todo y alimenta su fetiche: a pocas horas de iniciar nuestra procesión por un empate que nos dejaría fuera del Mundial, mientras los funcionarios públicos estaban más pendientes de salir temprano de la oficina, que de tramitar oficios que podían esperar hasta mañana. Hay alguien en el servicio público que sí se mantuvo ocupado. Y que tiene un gran sentido cómico y poético sobre el tiempo.
En nuestro mundo de libre mercado, de corta memoria y de miedo a todo lo que suene a Estado, el Código Monetario es pecado. Es politizar la regulación de un sistema que ha surgido de la desregulación real y una despolitización superficial. Es el mismo sistema que reclamó nuestra condescendencia hacia su posición frente a la Ley de Redistribución del Gasto Social. Porque no habremos, dicta la costumbre, de gravar las ganancias financieras. La creación de dinero a partir del dinero.
La gran ironía de este sistema desregulado por excelencia es la capacidad que ha tenido de regresar a ver al Estado cuando se ve envuelto en crisis, creadas, precisamente, por su propia codicia. No solo es nuestra propia experiencia del fracaso financiero, explotado mediáticamente por este Gobierno porque, bueno, nos jodieron a todos. Es por la experiencia mundial. Es por esos ciclos de crisis que cada vez se hacen más agudos y más frecuentes. Es por la exigencia del sistema financiero de cada vez menor regulación, pero mayores rescates por parte de los Estados cuando quiebran, y con ellos, quiebran a un país.
La perversidad del sistema es ese. Es el banco que desaloja a familias de sus viviendas cuando no pueden pagar la hipoteca. Es el banco que juega, bajo sus propias reglas, en el mercado, para generar ganancias de la especulación. Es el banco cuyas ganancias son para sus accionistas y cuyas pérdidas son para sus clientes.
El código busca darle al Estado la regulación y supervisión monetaria, crediticia, cambiaria, financiera y de seguros y valores. Es decir, busca evitar que sea la noción del capital como prioridad la que rija al sistema. Sí, busca politizar al sistema. Busca, en realidad, revelar la politización del sistema, abordándola.
Vendrán los discursos de concentración. Vendrán las propagandas de autoritarismo. Es un sistema cínico. Y le falta poética.
