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El Telégrafo
Xavier Lasso

Las ruedas de molino

30 de enero de 2018 - 00:00

Nos dijeron, y era un buen decir, que existiría total libertad de opinión; en los pocos encuentros que sí he tenido con el presidente Moreno le he escuchado: critiquen y háganlo fuerte, me hará bien.

En la crítica, para que sea válida, debe haber siempre buena intención, cuestión difícil, peor aún en tiempos de la llamada posverdad: esa fuerte carga emocional que considera suficiente, para narrar una historia, que puede ser noticia, la visión subjetiva, sin importar cuán válida sea frente a hechos que en buena medida pueden ser contrastados -para que no queden a expensas del punto en el que estamos parados, de los intereses que nos benefician y, por lo tanto, defendemos-.

Solo que de los dichos a los hechos, ya sabemos, hay mucho trecho, tanto que a veces no alcanzamos a practicar lo que predicamos. Y me ha parecido que cuando se dice, y lo dicen los medios, que está bien tener columnistas de "izquierda", pero se debe incorporar tantos como se pueda, de esos que están más allá de las ideologías, para balancear las páginas de opinión.

O sea, la "derecha" no tiene ideología, está siempre por encima del bien y del mal. Semejante rueda de molino resulta imposible tragar; y para que no sigan insistiendo en tal estulticia, es necesario dejar sentado lo que vemos: vemos juegos perversos de supuesta libertad que levanta murallas y deja afuera opiniones contestatarias; vemos direccionamientos que no son otra cosa que intentos de domesticación; vemos incluso investigaciones que ni tan sutilmente toman forma de amenaza. En cierto clima de miedo la libertad es lo primero que tiende a marchitarse.

Emir Sader es brasileño, sus escritos aparecen en buena cantidad de medios de nuestra región y de Europa también. Es de izquierda, lo proclama, lo dice con orgullo, defiende el progresismo y su preferencia por las políticas sociales; denuncia todo lo que huela a ortodoxia económica, lo que conocemos como neoliberalismo, por lo cruento que resulta para los más desprotegidos.

Creo que solo EL TELÉGRAFO lo acoge en sus páginas, es quizá demasiado franco y muy transparente como para que otros diarios de nuestro país publiquen sus aguerridos pronunciamientos, que si no los leo aquí, tengo otras opciones para enfrentarme a ellos: Público de España o Página 12 de Argentina.

Sader ha venido jalando una línea de reflexión: la restauración conservadora y los distintos matices que en la región ha venido tomando. No son credos sus opiniones, no son artículos de fe, se puede dialogar con ellas, descartar aquello que resulte demasiada pasión marcada por los acontecimientos brasileños y el hostigamiento al expresidente Lula. Se puede, pero no podemos mirar a otro lado como si lo de Emir Sader no contara. Lo que yo no veo sí existe, a pesar de mi miopía. (O)

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