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El Telégrafo

Las Malvinas, herida abierta del sistema colonial en Latinoamérica

20 de enero de 2012 - 00:00

El conjunto insular de Malvinas -aquel que el agonizante imperio británico denomina Falkland- forma un archipiélago ubicado en el Atlántico Sur en la plataforma continental de Sudamérica. Dichas islas se encuentran circundadas por el océano epicontinental, el mismo que la patria de San Martín ha designado con el nombre de Mar Argentino.

Desde el siglo XIX  su posesión y pertenencia  ha estado en conflicto por la ocupación arbitraria  de su  jurisdicción, realizada por  potencias europeas. Francia, Inglaterra y  aun USA, que cañoneó   Puerto Soledad,  la mayor ciudad  malvinense de aquellos días,  con su  fragata Lexington para “castigar”  el  control  que el enviado del gobierno de Buenos Aires, Luis María Vernetel, ejercía sobre los balleneros estadounidenses.

Todos estos conflictos  tuvieron su final el 3 de enero de 1833,  cuando la nave de guerra  inglesa HMS Clío, surta en sus aguas, logró desembarcar a cientos de militares  para ocupar la tierra  de Malvinas en nombre del soberano del Reino Unido izando su bandera y arriando  la  de Argentina. Ciento cincuenta y nueve años después, el 2 de abril de 1982, la dictadura terrorista de Galtieri invadió ese territorio austral, en un intento desesperado por perpetuarse en el poder, usufructuando el legítimo e histórico derecho del pueblo argentino, para reinvindicar y recuperar las islas Malvinas.

El lance   de la junta genocida culminó en un descalabro  humillante, y a pesar  de la valentía y arrojo demostrados por los soldados marinos y aviadores rioplatenses que aunque carecían  del armamento y los implementos adecuados para batirse en un terreno con un clima hostil, y frente a una de las potencias bélicas más grandes del mundo, vendieron  cara su derrota, infringiéndole cuantiosas pérdidas al enemigo, entre ellas 33 aviones derribados, 8 barcos hundidos y la destrucción del buque insignia de su flota,el Invencible, que poco tiempo después,  desmantelado, fue vendido a un país emergente.

La guerra  del  Atlántico Sur provocó el aniquilamiento del régimen  asesino instaurado   por Videla- Massera-Agosti y, en consecuencia,  posibilitó el regreso de los argentinos  a la democracia, pero mostró   -además- la falacia del panamericanismo  y de los pactos de defensa de las naciones de nuestro hemisferio con Estados Unidos, porque frente a  la  intromisión guerrerista  de un Estado extracontinental en suelo americano, ellos se aliaron con su antigua metrópoli,  el imperio inglés invasor del archipiélago austral.

Hispanoamérica, con la excepción vergonzosa del gobierno de Pinochet, apoyó al  pueblo argentino; así Venezuela y Ecuador entregaron armas y pertrechos; voluntarios cubanos  estuvieron dispuestos a luchar  con sus hermanos para el rescate de Malvinas.

Hoy la situación sigue siendo ominosa para los latinoamericanos en relación a esas islas. Ellas constituyen una de las dieciséis circunscripciones no autónomas que deben estar  bajo la supervisión del Comité de Descolonización de la ONU, cuya misión es extinguir el colonialismo en el planeta, tarea ímproba y casi inútil frente a la arrogancia de la imperial Albión, demostrada siempre y ahora en  los últimos hechos  noticiosos.

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