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El Telégrafo
 Juan Carlos Morales. Escritor y periodista ecuatoriano

Las calles de Quito

29 de noviembre de 2014 - 00:00

Hace algún tiempo, para Trama, escribí el libro Quito: las calles de su historia, así que nada mejor que compartir tres microrrelatos como homenaje a esta urbe mágica. Iniciaré con la calle García Moreno:

En la Colonia, el Corpus Christi era pomposo. Para los altares se levantaron siete cruces, con telas pintadas y brocados. Años después, Eugenio de Santa Cruz y Espejo -al amparo de la noche- colgaba panfletos libertarios: ‘Salva Cruce Liber Esto. Felicitatem et Gloriam consequto’, que significa: ‘Felicidad y Gloria conseguiremos. Al amparo de la Cruz seremos libres’.

Para el siglo XIX la calle de las Siete Cruces se cubrió de sangre. Faustino Rayo, de catorce machetazos, ultimó al presidente Gabriel García Moreno, en una conspiración de varios frentes. A la altura de la iglesia de La Compañía -de fachada barroca- está un corazón de piedra sin espinas: representa la Piedad del Crucificado para esta calle que ha visto demasiado.

Paralela a esta memorable arteria se encuentra la calle Venezuela. Aquí su historia: De plata fueron hechas las lunas menguantes para los pies de las Vírgenes de madera. Los devotos iban a la calle de la Platería para pedir favores a sus santos a cambio de joyas o indulgencias que solicitaban los conquistadores cuando se hacían viejos, como perdón de sus pecados. Estos hombres de antiguas corazas acaso querían olvidar sus sangrientas masacres contra los indígenas.

Iban a las capellanías a pagar misas para toda la eternidad porque sabían que las imágenes de madera eran benévolas con las almas atormentadas.

En 1613, el Alguacil Mayor de Quito, don Diego Sánchez de la Carrera había llegado de allende el mar para decidir sobre la vida de los quiteños. Acaso, quisieron halagarlo y la calle se llamó De la Carrera.

En la misma calzada, Antonio José de Sucre, patriota venezolano, construyó su casa, con indicaciones que llegaban en cartas escritas en el fragor de las batallas de independencia. Unas balas de la infamia lo asesinaron en Berruecos, pero nadie olvida que de Venezuela también llegó el ejército libertario de llaneros.

Para finalizar mi adelanto a las fiestas de Quito, la emblemática calle de La Ronda, ahora tan visitada: Quito había sido construida entre quebradas. Esta calle formaba parte de la cañada de Ullaguanga-yacu, que fue rellenada como si se tratara de ocultar su antigua memoria. Significa ‘Quebrada de los gallinazos’, parte de una simbología andina desplazada ante la llegada de los primeros pendones y crucifijos transportados en carabela.

Las casas de este sector fueron singulares: enrejados de hierro, patios interiores y paredes que parecían ir en círculo. Así son algunas calles de España y por eso se llamó La Ronda. Ahora la calle se llama Juan de Dios Morales, inmolado junto a otros próceres en 1810, y a lo largo de la vía los artesanos retocan niños dioses y fabrican trompos y guitarras. Por esta senda angosta caminan los nuevos viajeros, por zaguanes que han olvidado el primitivo barranco. La calle está escondida en ese Quito eterno y por eso, acaso, tiene un hechizo que se cuela en el aire.

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