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El Telégrafo
Leonardo Vicuña Izquierdo

Lágrimas de cocodrilo

10 de agosto de 2016 - 00:00

Tenemos la obligación cívico-patriótica, coincidiendo con el 10 de agosto, a los 207 años del Primer Grito de la Independencia del Ecuador y América Latina, en pleno proceso de cambios y preelectoral, de recordar que la derecha, aterrada e histérica, aprovecha para ampliar su larga trayectoria de calumnias y mentiras, porque constata que la mayoría del pueblo reconoce la labor realizada en su beneficio por la RC a lo largo de una década, y tiene la decisión de mantenerle su apoyo. ‘Reclama’ y lloriquea porque, supuestamente, los ingresos, producto de la Ley de Solidaridad para la reconstrucción de Manabí y Esmeraldas, han tenido otros destinos. Recordemos que los llorones no votaron a favor de esa ley; por ello los pueblos de esas provincias los rechazan cuando  se atreven a buscar apoyos electorales. Lo mismo sucede cuando quienes hipotecaron a la nación con endeudamientos externos perversos y se sometieron a las duras condiciones del FMI critican los préstamos que el Gobierno contrata con fines productivos y de beneficio social, así como para atenuar los duros efectos provocados por la baja del precio del petróleo y el terremoto.

Cínicamente deliran por los derechos humanos, la libertad de expresión, por los indígenas y trabajadores, su derecho a la resistencia, por los pobres, a quienes dicen defender, pensando que la gente olvida que las clases poderosas a las que representan y sus gobiernos reprimieron como aún lo hacen en Guayaquil, que asesinaron a varios de sus dirigentes, como a tanta gente el 2 y 3 de junio de 1958, el 6 y 7 de noviembre de 1961 a los estudiantes del colegio Rocafuerte; el 29 de mayo de 1969, en la Casona Universitaria con 30 estudiantes asesinados; la masacre a los zafreros del ingenio Aztra, calcinados en sus hornos. La derecha y sus gobiernos siempre esclavizaron y explotaron a los pueblos indígenas y violentaron sus derechos como el de los trabajadores. Añoran su democracia de papel y critican la supuesta ‘concentración de poderes’. Qué cinismo. La vieja oligarquía y la moderna ‘peluconada’ ha sido la dictadura permanente histórica del gran capital, del bárbaro control del Estado, del reparto de la troncha, incluidos organismos de control, BCC, aduanas, de la política del ‘toma y daca’. Todo para amasar más y más riquezas.

Se quejan de que el modelo ha fracasado, de que el Gobierno no ha ahorrado ni creado fondos de reserva y que ha gastado la plata del petróleo en carreteras, megaproyectos y obras que no sirven, lamentándose de que ahora no hay recursos en el Estado; no reconocen que en 10 años, como nunca antes, se ha fortalecido la infraestructura económica y social, base para la producción y el desarrollo humano, lo que contribuyó entre 2008-2014 a lograr las tasas de crecimiento económico más altas de América Latina, reducir el desempleo y la marginalidad, que son producto del sistema neocolonial, especulativo, opresor, concentrador de la riqueza, con una escuálida economía, con déficit fiscal permanente e impuestos por doquier, solo al servicio de los grandes propietarios y las transnacionales, a los que siempre estuvieron sometidos.

A la inversión la llaman ‘derroche de los fondos públicos’ y ocultan el latrocinio de los mismos por las oligarquías a lo largo de los tiempos; las renegociaciones mañosas de la deuda, las sucretizaciones de ella en favor de poderosos empresarios, los ‘salvatajes’ en beneficio de banqueros corruptos y hasta buscan que un banquero sea Presidente. Se preocupan, por la falta de dólares, de un eventual colapso de la dolarización, que impusieron ilegalmente, tras el atraco sostenido con las devaluaciones y el saqueo del BCE. Estos hipócritas, campeones del doble discurso, exportan sus capitales al exterior, tienen bancos y fideicomisos en Panamá, evaden impuestos con los ‘Panama Papers’, que son verdaderos atentados contra aquella.

A ellos les importa un pepino la patria y un rábano la suerte del pueblo. Solo quieren especular y ganar, explotar y expoliar, succionar las riquezas naturales y depredar la naturaleza; en suma, volver a sus fechorías… volver al pasado. Son lágrimas de cocodrilo. ¡No pasarán! (O)

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