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El Telégrafo
*Fernando Falconí Calles

Laberinto

28 de octubre de 2016 - 00:00

La Unidad nació en febrero 2015 en Cuenca, en una reunión a la que asistieron autoridades seccionales consideradas de oposición. El anuncio lo hicieron -con gran apoyo de la prensa ‘libre e independiente’- Mauricio, Jaime y Paúl.

En aquel entonces, Mauricio declaraba: “Se trata de dejar atrás las diferencias y trabajar por las coincidencias: la necesidad de impulsar la democracia y el pluralismo, de respetar las libertades y los derechos ciudadanos”. Se le notaba optimista al alcalde quiteño; SUMA era parte de la Unidad.

Luego se adhiere Ramiro, que ofrece avanzar, aunque da la sensación de que retrocede porque utiliza las herramientas de la vieja política: oportunismo, demagogia. Más tarde aparece Concertación. César, en el encendido discurso, manifestó: “La democracia se construye con partidos políticos, por eso la Unidad es fuerte, por eso la Unidad va a ser gobierno y va a tener un bloque sólido en la Asamblea”. En el mismo evento, Jaime, entre otras cosas, dijo: “Aquí estamos los que sabemos que las candidaturas no son un fin, son un medio para que las ideas y los conceptos que hacen posible el rescate de la patria se hagan realidad”.

Los que se sumaron a la Unidad creyeron -ingenuamente- que las candidaturas para presidente, vicepresidente, asambleístas y demás cargos de elección popular se discutirían colectivamente. ¿Hay algún capítulo de nuestra historia que nos relate que las élites han sido amigas de los consensos? El PSC gobernó desde y fuera de Carondelet. Basta recordar los viajes que hacían los presidentes de turno hasta la residencia ubicada en El Cortijo, para recibir órdenes de León respecto a lo que debían y no debían hacer. El chantaje se sustentaba en la bancada social y no tan cristiana que tenían en el Congreso; en el poder de la oligarquía agroexportadora-financiera, cuyos intereses el PSC representa hasta el día de hoy. León tenía un alumno destacado que no faltó nunca a clases; por eso es que impuso a Cynthia, lo que produjo la ruptura. Se fue SUMA, se fue Podemos. SUMA se une a CREO; los de CREO saben que no suman y los de SUMA no les creen a los de CREO. ¡Qué laberinto! Paúl no cree en Jaime, por eso se fue a CREO, ahora da la impresión de que cree en Guillermo. ¡Qué lío! Álvaro va por la sexta. ¡Qué obstinación! Por allí ciertos opositores cambian de colores -sin ruborizarse- como el camaleón. Sin programa de gobierno, las candidaturas son cargas explosivas que provocan y provocarán que en el edificio de la vieja política se produzca una implosión.

Para bien del país, el tiempo de El Cortijo ya pasó. Jaime -ahora sin mando- no encontrará la salida de su propio laberinto y se perderá en sus contradicciones, en su errada comprensión de la democracia, en su errada comprensión de lo que es el bienestar del pueblo. Con la recuperación de la autoestima y el fortalecimiento institucional, Ecuador ya no necesita mayordomos ni capataces. Al finalizar la década ganada, las viejas prácticas políticas son mal vistas por el pueblo. Algunos politiqueros criollos -que han mutado a veletas- recibirán lo que se merecen en febrero 2017. (O)

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