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El Telégrafo
Sebastián Vallejo

La victoria de Lenín

07 de abril de 2017 - 00:00

Asumamos, razonablemente, que Lenín Moreno es el presidente electo. La victoria de Moreno no es la victoria de diez años de Revolución Ciudadana, y eso es importante que Moreno lo sepa. Es por un lado y sin duda, producto de un voto duro, de beneficiarios directos y fervientes militantes de Alianza PAIS. Pero también es producto de un grupo de votantes que no está todavía dispuesto a darle su voto al representante por excelencia del neoliberalismo más salvaje, el financiero. Este no es el gobierno de Alianza PAIS de hace ocho años, el del apoyo masivo, el que reunía a todos esas agrupaciones de base, a los marginados e históricamente olvidados.

Es un gobierno que llega con un modelo desgastado, con un proceso que ha alienado a las bases que ideológica e históricamente debieron ser su baluarte electoral. En estos diez años, la intolerancia del Gobierno a la crítica y su propia derechización han creado condiciones objetivas donde la izquierda, o lo que quedaba de la izquierda, ha buscado refugio con un banquero. Y si bien esto debe servir como crítica a una izquierda que ha perdido tanto los espacios discursivos como los recursos estratégicos, también es el reflejo de un partido, PAIS, que se ha distanciado mucho de su origen.   

Lenín Moreno tiene una virtud sobre Rafael Correa, y es, precisamente, que no es Rafael Correa. Muchas de las brechas que se crearon en estos diez años de ‘correísmo’ son resultado de ese manejo personalista y muchas veces intolerante de Correa. Con sus virtudes, defectos, groupies y haters, Rafael Correa debe también saber que su lugar político está en las paredes del Salón Amarillo, en especial si Lenín Moreno ha de tener la oportunidad de acercarse a todos esos grupos que terminaron desencantados, o apoyándolo sin entusiasmo, u oponiéndose, o directamente haciendo campaña por Lasso.

Los propios resultados electorales deberán ser su primer llamado de atención. No solo lo apretado del resultado, sino la división regional. Moreno perdió en las provincias donde se concentran las comunidades indígenas, no solo históricamente olvidadas por el Estado, sino desatendidas también en los últimos años. El agro y la reforma agraria mayormente olvidada en la última década, junto con la agresión frente a sus protestas (que son parte del repertorio histórico de las comunidades indígenas), son temas con los que Moreno deberá lidiar, y por los que deberá responder.

A esto se le puede sumar las derrotas en la Amazonía y similares explicaciones, con el añadido de la explotación petrolera. Esa es la parte electoral. También están, entre otros, las graves acusaciones de corrupción que han quedado irresueltas, las pugnas ambientalistas, la ampliación de derechos LGBTI y el debate sobre el aborto, estos dos últimos olvidados por los candidatos, pero fundamentales para una sociedad más justa e inclusiva.

Temas tan importantes como el comportamiento del Estado frente a quienes rechazan las posturas que se han tenido sobre estos temas. De manera general, se debe repensar el modelo de desarrollo (que alguna vez llamamos una ‘alternativa al desarrollo’), repensar la expansión de infraestructura (importante, pero también saturada) y retomar el debate sobre el modelo de acumulación que se está fortaleciendo desde el Estado, un híbrido entre el capitalismo de Estado y un Estado corporativista, cuyo futuro es impredecible.

Ciertamente, Lenín Moreno ha buscado un discurso más conciliador y ha prometido actuar sobre muchos de los puntos que he mencionado. Pero debe llevar ese discurso a la práctica. Sin un replanteamiento como partido y proyecto político, esta misma candidatura dentro de cuatro años será insostenible. (O)

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