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El Telégrafo
Santiago Roldos

La verdad sobre el 30-S

25 de febrero de 2018 - 00:00

Las acusaciones del excontralor Carlos Pólit sobre la manipulación del 30-S son muy graves y por ello -más allá de su siniestra reputación- deben investigarse. Pero un examen histórico exento de la propaganda melodramática del anterior régimen bastaría para reconocer las responsabilidades de la política maquiavélica del expresidente Rafael Correa.

El 30-S no se explica sin los días y meses anteriores. El debate en la Asamblea Nacional del 29-S sobre el veto presidencial a la Ley de Servicio Público y Carrera Administrativa -móvil de la huelga policial del 30-, fue la punta del iceberg de una crisis que llevó a la ministra coordinadora de la Política Doris Soliz a anunciar la muerte cruzada como retaliación del Ejecutivo contra su disidencia legislativa.

Gran parte de la izquierda orgánica de Alianza País (AP) había llegado al límite de su tolerancia hacia un líder que les hizo ganar varias elecciones, pero siempre a cambio de someter su voluntad a su caudillismo y de distorsionar y traicionar demandas estructurales y sociales que habían precedido y articulado al propio movimiento.

La erosión del hasta entonces propagandeado, infinito e invencible poder de Correa no solo ocurría al interior de AP: entre otros hechos, la amenaza de muerte cruzada activó la idea de recoger firmas para revocar su mandato; la justicia negó el secuestro del libro “El gran hermano”, primer gran documento de su corrupción; y Pancho Huerta, presidente de la comisión gubernamental sobre el bombardeo de Angostura, revelaba nexos e inconsecuencias políticas de un régimen que usó y blasfemó a la patria.

El resto es historia: imagino al workaholic de Correa pergeñando toda la madrugada del 30 sobre qué hacer. Animal político extraordinario, en contra de la opinión de su seguridad resolvió ir a meterse a la boca del lobo.

Apostó fuerte y ganó: tras poner al país en vilo y varios muertos y heridos después, el 1 de octubre cerró filas en torno a su patriarcado, a partir de un victimismo desquiciado y despiadado. (O)

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