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El Telégrafo
Fernando Bustamante

La sociedad de la histeria y de la distorsión

25 de febrero de 2018 - 00:00

En una reciente publicación, el filósofo esloveno Zlavoj Zizek intenta describir y explicar los mecanismos de la neurosis histérica. En su opinión, la persona histérica (o neurótica) vive su vida presa de distorsiones, fantasías, miedos e ideas ilusorias.

Sin embargo, aunque el discurso y la consciencia de la persona puedan generar continuamente opiniones desviadas de la realidad, este mundo de mentiras es la forma en que se hace presente una verdad imposible de aceptar.

La neurosis histérica es una verdad que debe- forzosamente-expresarse bajo la forma de la mentira (una mentira en la cual, el sujeto, por lo demás, cree a pies juntillas). Un caso típico es el de la persona que tiene pánico a volar en avión: por mucho que las estadísticas demuestren que esta forma de transporte es extremadamente segura, el neurótico se subirá al avión atenazado y aterrado por la firme convicción de que su vida está en inminente peligro.

La “verdad” que la histeria presenta vestida de mentira, está en otro lugar: reside en un trauma, una herida, un miedo que es inconfesable y que la persona no pude ver, porque toda su identidad, valor y auto-imagen depende de que NO vea ni pueda ver la fuente última de su auto-engaño.

La mentira es la forma en que el sujeto maneja una ansiedad cuya fuente le es ignota. Cabe preguntarse si no será posible extender este análisis a nuestra vida social: darse cuenta que la sistemática persistencia de distorsiones colectivas de la realidad y a las cuales se defiende a brazo partido contra toda evidencia o esfuerzo por basarse en hechos,  encubre en realidad angustiosas heridas psíquicas y culturales inconfesables, invisibles y profundas, que solo pueden ser sanadas mediante la descarnada confrontación con aquello que no se quiere ni se permite ver.

De ser esto así, podríamos sugerir que vivimos en un mundo social que fácilmente podría ser contemplado como análogo a un paciente histérico, cuya única cura radicaría en un espejo despiadado. (O)

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