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El Telégrafo
Daniela Ángela Leyton Michovich

La romantización, una bomba más para desactivar

14 de junio de 2021 - 00:00

Las mujeres saharaui se definen a si mismas como las privilegiadas dentro del sistema islámico, en la medida en la que su palabra y sus acciones son valoradas a la par que las del varón. Este poder ganado y la agencia de este grupo de mujeres se hicieron notorias en tiempos clave de adversidad y es que el referéndum por la autodeterminación  saharaui es aún una promesa y una deuda pendiente.

Un símbolo de la ocupación marroquí sobre el territorio saharaui es sin duda el muro de 2720 kilómetros, rodeado de minas antipersonales y  custodiado por fuerzas militares estratégicamente ubicadas. Estas fortalezas impiden que los saharaui tengan acceso a recursos naturales clave, entre ellos, las minas de roca fosfórica y los puntos estratégicos para la pesca.

Es al rededor de esta zona sembrada de minas antipersonales, dónde es posible ver grupos de hasta seis mujeres saharauis organizadas pertenecientes al Saharawi Mine Action Women Team (SMAWT)  quienes con chalecos especiales y con detectores de minas antipersonales se desplazan por el vasto territorio desértico con la finalidad de detectar y desactivar las bombas asesinas, en muchos de los casos una tarea difícil en la medida en que la arena y el viento desplaza estos artefactos de forma permanente en un territorio que muchos califican como “el campo de minas antipersonales más grande del mundo”

La SMAWT no solamente se ocupa de los aspectos técnicos de limpieza del territorio de artefactos asesinos, estas mujeres organizadas también se preocupan por las víctimas de estos dispositivos quienes intentan continuar su vida con extremidades mutiladas, en orfandad, luto y con un estrés postraumático evidente.

Desde otros puntos geográficos, la lucha de las mujeres saharauis también se evidencia  en los campos de refugiados en Argelia y en las diásporas diversas. Ellas se organizan de forma comunitaria para diseñar estrategias que les permitan alimentar a los niños, mantener las tradiciones y participar activamente de espacios de reflexión política, dónde también son líderes y constituyen una fuerza partidaria política.

Las estrategias de las mujeres saharaui dan cuenta de un profundo compromiso con la vida, sin embargo en muchas de las ocasiones, las lecturas de su sobrevivencia se enfocan en su valentía y no en todo el proceso que implica generar una capacidad de resiliencia permanente, asi, en el momento en que su lucha se enaltece, se deja de lado el compromiso por coadyuvar al fin de la guerra, sancionar los abusos y expresar la solidaridad hacia el pueblo saharaui, de forma concreta, con hechos.

Las mujeres saharaui no solo producen y reproducen la vida a pesar de los muertos bajo sus pies, si no que cargan en sus espaldas el peso de una guerra que no iniciaron y que parece desplazarse en el tiempo como algo “normal” cuando lo justo es que puedan experimentar sus vidas en libertad y en paz decidiendo con total autodeterminación y autonomía sobre su territorio.

La romantización de su lucha como una forma “elegante” de desentenderse, la cruel continuidad  de una ocupación asesina, el desplazamiento forzado, la escasez, son las bombas que las esclavizan  y que ellas intentan cada día desactivar ante la indiferencia y el falso aplauso del mundo.

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