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El Telégrafo

La resurrección de la partidocracia

24 de marzo de 2012 - 00:00

Con la efigie de un extinto se pretende resucitar la sepultada partidocracia. Los pocos deudos del PSC, añorando tiempos pretéritos y con el auspicio alentador de la “prensa independiente”, según el titular de un diario, “buscan recuperar espacio con la imagen de Nebot”. Otros grupos diseminados, aprovechando el año electoral, ensayan estrategias en procura de un lugar en el escenario político para exigir cuotas en el imaginario caso de lograr el rescate del poder estatal.

Los partidos políticos se fundaron en un momento histórico con la urgencia de administrar el Estado con eficiencia, equidad y en beneficio de todos los ecuatorianos. Unos obraron con patriotismo y otros en provecho propio, como si se tratara de un negocio. Con el advenimiento del gobierno de la Revolución Ciudadana, los partidos y grupos usufructuarios comenzaron a extinguirse por la fortaleza e ímpetu de los cambios inspirados en los principios del Socialismo Siglo XXI. Pero todavía sobreviven seudodirigentes envejecidos por el desprestigio del sistema neoliberal y se aprestan a librar su última y desesperada batalla.

A falta de líderes en la oposición beligerante, los socialcristianos disgregados, resentidos y apartados de su línea de acción proselitista, con oportunidad del obelisco de LFC y aprovechando el llamado de la alcaldía interesada en mantener el control municipal, entran al diálogo en busca de un escaño en la Asamblea Nacional.

La oposición política con sentido cívico y crítico ayuda a enmendar yerros y enderezar rumbos. El líder debe revestirse de capacidad, honradez y sentimiento humanitario. Como la derecha carece de conductores, invoca la memoria de un antepasado y al acto de instalación arbitraria de su efigie lo convierte en un hecho político-electoral en abierta actitud de irrespeto y agresión a la ética.

La partidocracia se resiste a perder definitivamente sus privilegios. Los mismos rostros promueven ridículas reuniones exhibiendo promesas que nunca cumplieron cuando fueron poder. Ahora hasta trafican con los valores morales, en su esfuerzo por detener la construcción de un nuevo país, libre y soberano, donde impere la paz y la justicia social.

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