La pobreza de las élites
Santiago Gangotena afirmó durante una entrevista que: “ahora prácticamente no hay pobres […] filosofía de tarados”; declaraciones cuestionadas, cargadas de desprecio por los que menos tienen y quienes piensan diferente.
El Banco Mundial señala que la pobreza va más allá de la falta de ingresos, es un problema de derechos. Actualmente el 10% de la población mundial es pobre en extremo y en América Latina lo son 83,4 millones de personas según la CEPAL y FAO.
En el Ecuador la pobreza es del 29,3%, la pobreza extrema del 11,8%; mientras que la pobreza multidimensional ha llegado al 38.1%, cifra que en la ruralidad crece al 71,1% (INEC).
Por lo tanto, afirmar que no hay pobres es desconocer que muchas familias en el mundo sobreviven con menos de un dólar diario, que millones de niños tienen malnutrición y enfermedades que no son atendidas. No se es pobre porque se quiere sino por falta de accesos y oportunidades.
Por ello, es necesario un Estado eficiente, capaz de generar equilibrios en la sociedad, de producir riqueza y redistribuirla de forma adecuada, en servicios básicos como agua potable, alcantarillado, en educación de calidad, salud pública, que trabaje para erradicar la desnutrición infantil y el hambre. Un Estado que promueva la industria, la empresa y el acceso al empleo, a la seguridad social y a una vivienda digna.
Aspirar a tener una sociedad con más justicia social y más libertad no es precisamente una filosofía de tarados, es querer vivir con dignidad, con menos desigualdad y en donde todo ciudadano pueda ejercer plenamente sus derechos.
Pero entendemos la pobreza de las élites económicas que nos hablan desde sus privilegios, su falta de empatía y no saber lo que es la miseria; quizá esa poca sensibilidad y profundo desconocimiento del país, es la razón de que en la última década, esas élites no hayan podido llegar a Carondelet con su candidato banquero. (I)
