Desde el inicio de la actual administración, dijimos que no existía ninguna visión para la ciudad como tal, como tampoco como capital del país. Y no es una suerte de adivinanza ni haber deseado que le vaya mal a la actual administración, simplemente era analizar lo que se ofrecía en campaña y observar que no era realizable, sino a costa de deteriorar la infraestructura de la ciudad, y lo peor, a costa de dañar el tejido social de la capital. Han pasado tres años y Quito vive una tremenda crisis a todo nivel. Hasta quienes apoyaron con buena fe y dieron su voto creyendo en el actual alcalde, les ha costado reconocer y aceptar que no ha tenido la capacidad de liderar los cambios que la ciudad ha demandado y, por el contrario, que existe un ostracismo absurdo que, al principio y al final, quienes pagamos somos todos los que vivimos en esta ciudad.
Pero toda la responsabilidad no recae en quien se supone debe ser la cabeza de la administración, de la gestión y del liderazgo, sino que recae a esta altura de la situación en cada uno de los concejales, sin importar la tienda política a la que se pertenezcan o hayan pertenecido. En un principio había temor de quienes eran mayoría en ese entonces, de que se los acuse de boicotear a la administración, lo cual nunca sucedió, pero después, parece, que ese miedo se convirtió en una malsana costumbre de coexistir con el error como política pública. No bastan las críticas en redes sociales o una o que otra queja mediática. Los resultados están a la vista: Quito ha perdido. ¿Cuántos años costará recuperar la pérdida? Una ciudad que se ha despolitizado, que su electorado se entregó a la falsa y perversa oferta de “menos impuestos”, “menos control”.
Bueno, ahora hay más impuestos y la ciudad ha perdido el control de sí misma. ¿Y los votantes, quienes defendieron la necesidad del cambio, que cambiaron la planificación y ordenamiento de la ciudad por la novelería, por el marketing, por el panfleto, aupado por los medios, que les importaba más la revancha política que los ciudadanos? ¿Dónde están? Tienen que dar la cara y asumir la vergüenza política como corresponde. ¿Y los concejales? Deben rendir cuentas ideológicas y políticas como se debe. (O)
