Si el Evangelio no miente, Jesús no pudo haber nacido en diciembre, porque Jesús era serrano y en la sierra de Israel cae nieve ese mes. Así que los pastores no podían haber estado durmiendo al aire libre, como cuenta Lucas. Fue en Roma, en el siglo IV, donde se decidió que el nacimiento de Jesús sea celebrado el 25 de diciembre, día del Sol Invictus. Para reforzar la idea del supremo poder, se trasladó el día de descanso judío Shabbat (hoy sábado, para los romanos era el día de Saturno) al Dies Solis (día del Sol hoy domingo, es decir, día del Señor). Aunque en español ya no se asocia el domingo con el Sol, en inglés sí: Sunday. Lo cierto es que todos los cristianos (excepto los testigos de Jehová) celebran la Navidad en esa fecha.

El santo medieval Francisco de Asís estableció la tradición del Nacimiento y en el norte de Europa se inició la costumbre de adornar los árboles en diciembre.  La Navidad es ahora una fiesta comercializada al máximo. Lo mismo pasó con Halloween. Los antiguos celtas, que han sobrevivido en Escocia, Irlanda Inglaterra, Gales, Bretaña francesa, Galicia y Portugal, tenían una fiesta precristiana llamada Samhain entre el 31 de octubre y el 3 de noviembre, que marca el final de las cosechas y el inicio del invierno. Además acostumbraban dejar alimentos en el bosque para apaciguar a los espíritus. La Iglesia Católica, para erradicar esa costumbre, instauró dos días festivos: 1 de noviembre, día de todos los santos y 2 de noviembre, día de difuntos.  

Pero como el pasado no se puede enterrar del todo, la fiesta pagana se mantuvo en secreto. En los países de habla inglesa empezó a llamarse Halloween (All Hallows Evening, víspera de todos los santos) para que no entendieran los no iniciados. De Irlanda pasó a Estados Unidos, pero siempre fue una fiesta de rebeldía. Hace menos de un siglo empezó a comercializarse y a tomar tintes de terror. Así que eso de noche de brujas es un nombre que no dice nada y quienes la critican desconocen su significado verdadero. (O)