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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

La muerte del intelectual

24 de mayo de 2018 - 00:00

El intelectual es una identidad y un quehacer dedicado a cultivar el humanismo, el pensamiento crítico, las estéticas y la literatura comprometida. En el contexto de las nuevas sociedades urbanas del siglo XX, inventaba las reglas para canonizar el arte; confeccionaba las preguntas filosóficas; establecía el campo de las dudas; dibujaba la utopía, interpelaba los dogmas y el orden político.

En esencia, se ocupaba de las cosas de este mundo, de la sociedad, el hombre y la justicia. Sus lenguajes predilectos eran la escritura larga y comprometida, la oratoria magistral y las imágenes elaboradas sobre lienzos. En el caso de los nuestros, fueron los forjadores de la idea de América Latina.

En su calidad de pensadores, artistas o escritores, los intelectuales conformaron, en su momento, diversos movimientos culturales movidos por su fe en el arte, capaz de representar la belleza y el equilibrio del mundo; y por otra parte, en el libre albedrío de los humanos para construir su propio camino. Por ello, los intelectuales siempre fueron afines a las revoluciones destinadas a transformar el orden desigual.

Por lo general, los intelectuales se distanciaban de los espacios de producción mercantil y actuaban con cierto estoicismo; eran maestros, poetas, sociólogos, juristas, artistas; en otro caso “desempleados” que sobretrabajaban filosofando, ensayando, creando y escribiendo gratuitamente. Por ello, siempre la clase dominante del siglo XX los llamó “vagos” e improductivos.

En tiempos de grandes transformaciones tecnológicas y culturales, el sujeto intelectual está siendo desplazado, desechado o quizás simplemente mutado. Varios estudiosos del tema señalan que el intelectual típico de la Ilustración está desapareciendo y cayendo progresivamente en las redes de la “experticia” y el instrumentalismo mercantil.

¿Dónde están ahora los intelectuales? Aunque por ahí quedan algunos sobrevivientes de otros tiempos, simples necios que vocean la decadencia del sistema, es notorio que estos sujetos propios de la modernidad no  se reproducen con iguales características. Muchos, acorralados por la realidad, han derivado en  tecnoprofesores, en simples organizadores de datos dentro de los baúles informáticos, estrategas de campañas publicitarias o artistas bien portados que responden a las demandas del mercado. (O)

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