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El Telégrafo

La misma cantaleta

07 de junio de 2011 - 00:00

Están de vuelta, sabemos y sabremos de su existencia porque usan sus medios para hablar de ellos, para autopromocionarse. Algunas veces les gusta aparecer de víctimas, como si desvelar ciertos entuertos es amenazar la libertad de expresión, esa que resulta valor bastante restringido, administrado por ellos mismos.

La Aedep, que por sus siglas serían editores de periódicos, en realidad debería decir propietarios, ya saltó con esa cantaleta propia de ese nefasto espíritu de cuerpo. Andan diciendo por ahí que se sienten amenazados. Por eso también volvió a asomar sus narices la SIP, más de lo mismo, es decir gremio de propietarios de medios, solo que a nivel regional y con sede en los Estados Unidos.

No falta tampoco Fundamedios,  del siempre inefable Ricaurte, que perdió toda capacidad de contestación desde que, entornada la puerta, le dejaron pasar un rayito de poder, suficiente para quedar cooptado y convertirse en otro guardián de ese modelo informativo que tanto sesga, que tanto opina y poco informa.

Desde Montecristi y la nueva Constitución ya son más de dos años y nada, no ha sido posible aprobar una ley de comunicación. Se han valido de todas sus influencias, de todos sus voceros, de todos sus políticos para frenar esto que la gente ha venido reclamando a lo largo de muchas votaciones: un sistema que solo frene los abusos, un sistema que les exija un código de ética, un sistema que les impida denigrar a tanta gente, que casi siempre no puede responder para que su versión sea parte del contexto.

Y hoy, de nuevo, se alistan para seguir en esta burla, armarán un tinglado repleto de cinismo. También tendremos múltiples foros, dirán que es necesario apelar a los consensos, a los acuerdos, incluso a los buenos modales. Y nada, todo para seguir quemando tiempo, en el afán, no lo han logrado todavía, de posicionar en la cabeza de la gente
que una ley así, con un Consejo de regulación, es peligrosa, mala, antidemocrática.

Ya basta, la gente lo ha pedido, y eso en esta democracia, tantas veces mancillada, es suficiente, o será, precisamente, que se trata de ofender una vez más a la misma democracia. Entre ellos,  y solo entre ellos, hablan de periodismo, como si no existieran tantas muestras de sus limitaciones e intereses. Deberían reconocer que los tiempos son otros, que hemos dejado atrás el reino del periodismo privado, que otras voces y prácticas se han sumado. Sus mañas ya no son suficientes, por eso mismo están rabiosos y hasta peligrosos.

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