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El Telégrafo
Sebastián Vallejo

La marcha que pudo ser

26 de septiembre de 2014 - 00:00

400.000 personas marcharon el domingo por las calles de Nueva York cuestionando la inacción política frente al cambio climático. Fue un conglomerado heterogéneo que ha tangibilizado la preocupación transversal sobre el cambio climático. Desde gremios hasta estudiantes, agrupaciones religiosas, grupos indígenas y unos representantes del sector financiero, detrás de una pancarta de: ‘Inversionistas por Soluciones Climáticas’. Era una masa humana, racialmente diversa y encabezada por jóvenes. El contingente fue la antesala del Climate Week y el foro sobre el clima en las Naciones Unidas. El lunes, la protesta ‘Inunda Wall Street’.

Y el momento se siente. El Rockefeller Brothers Fund, un fondo que se ha engrosado principalmente por, oh la ironía, la explotación de petróleo de los hermanos Rockefeller (y su estandarte Exxon), ha decidido, junto con otra camada de inventores, desinvertir completamente en combustibles fósiles. Son $ 50 billones que serán invertidos en energía limpia y renovable. Nada mal. Habrá que ver.

Pero esta marcha pudo ser el momento decisivo en la lucha por una solución al cambio climático. 25 años se demoró este movimiento en mostrar su verdadera potencialidad y relevancia. 25 años luchando contra gobiernos, políticos, transnacionales, científicos negando el cambio climático, etc. Los líderes del mundo se han escudado detrás de un “no podemos darnos el lujo de actuar”, cuando se refiere a tomar cambios drásticos en la regulación de emisiones de carbono, en la convergencia hacia una economía sustentable o en las alternativas a nuestro modelo de mercado basado en el consumo masivo. Al parecer, 400.000 personas creen lo contrario.

A ellos los respalda toda una comunidad científica, cada vez pronosticando un peor futuro para el mundo. Un estudio realizado por Climate Central, por ejemplo, analizó los riesgos de inundaciones a causa del cambio climático. 2,6% de la población mundial vive en áreas vulnerables a inundaciones crónicas. Eso es 177 millones de personas. Y mientras países como Holanda tienen sistemas modernos de contención que pueden amilanar los efectos, la mayoría de los países asiáticos -los más afectados- tendrá que soportarlas con las rudimentarias técnicas que sus economías les permitan.  

Uno sabe que todo está a punto de desmoronarse cuando las transnacionales comienzan a agitarse. Empresas del Fortune 500 se reunirán con el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, para discutir más sobre las soluciones al cambio climático. Y no llegan con las manos vacías. Walmart y Proctor & Gamble se han movido una producción basada ciento por ciento en energía renovable (pero no pregunten cómo tratan a sus empleados).

El problema siguen siendo los ausentes. British Petroleum (esos del derrame más grande de la historia en el Golfo de México que limpiaron por donde mira la suegra) ni Exxon (el de los Rockefeller) estuvieron en el foro. Tampoco el US Chamber of Commerce, el lobby empresarial más grande del mundo. Hace unos días, un portavoz  del Heritage Foundation, refiriéndose a la marcha en Nueva York, dijo que “una multitud enojada, llena de odio, gritando con rabia” es uno de los signos de opresión del liberalismo moderno.

Esta marcha puede ser el punto de quiebre. Esta marcha también puede ser un recuerdo de lo que pudo ser.

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