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El Telégrafo

“La lucha eterna”

12 de marzo de 2012 - 00:00

Esa lucha eterna es entre el bien y el mal, tema  plasmado por escultores griegos y que se sigue tratando hasta nuestros días, con dos gladiadores trabados en fiero combate: existe una réplica en un parque quiteño que deben haber visto varias generaciones de capitalinos. La duda universal es para determinar cuál representa al bien y cuál  al mal,  pues no es cuestión de que uno mismo decida.

Los artistas acertaron al llamar a esa lucha como “eterna” porque, por ejemplo, la lucha en Ecuador no se sabrá nunca cuándo se inició, pero de lo que sí podemos estar seguros es de que no terminó  el 8 de marzo, cuando resultó  homenajeado el día internacional de la mujer con marchas y contramarchas a nombre del bien y del mal…

No es difícil acertar para saber quiénes son los “antitodo”, que se ubican con el mal, a quienes se puede  preguntar: ¿Por qué no pueden esperar que vengan las elecciones para que se agrupen alrededor de un solo candidato (aunque entre ellos se tengan justificado asco, odio, desconfianza) y participen en un proceso democrático en lugar de intentar la desestabilización golpista de un proceso que podría desaparecer si la ciudadanía así lo decide en las urnas?

El estado de opinión insiste en ignorar el estado de derecho y no cesan de utilizar el recurso de la mentira, lamentándose de vivir en una “dictadura”, en un país donde no se puede hablar, ni pensar, ni odiar con libertad, como se evidencia en cierta prensa independiente, en la que se desahogan a diario con insultos y blasfemias contra el régimen.

En cualquier lugar del mundo, cuando se instaura un proceso de cambio, como la denominada Revolución Ciudadana, es hasta natural y lógico que surjan grupos de resentidos opositores: los que pierden privilegios, los que presumen que ellos van a  ser afectados, los resentidos por haber perdido su participación, los que se asustan por alguna radicalidad, los que tardíamente se arrepienten porque no era eso lo que querían, los que pudieron hacer y no lo hicieron, en fin, los que aspiran a sustituir lo que existe.

La lucha es eterna y no se detiene porque la acción de cambio continúa, y mientras más se radicaliza, mayor es el amargor de los opositores y más audaces son las iniciativas. 

Mucho pesa en la eternización de la lucha de la oposición el convencimiento de que, por la vía electoral, no tienen esperanza alguna.

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