Leer es la conjunción del mundo subjetivo y objetivo del libro y su autor, con el subjetivo y objetivo del lector. Es la relación intercultural entre las dos personas y sus dos mundos. Es difícil saber cuánto de lo ilusorio y real del autor influye en la realidad del lector, pues es un aporte esencial, no solo lúdico.
Ricardo Piglia, en El último lector (Anagrama, Barcelona 2013), dice que “en Borges, el acto de leer articula lo imaginario y lo real. Mejor sería decir, la lectura construye un espacio entre lo imaginario y lo real, desarma la clásica oposición binaria entre ilusión y realidad. No hay, a la vez, nada más real ni nada más ilusorio que el acto de leer”.
Efectivamente la lectura fusiona lo ilusorio del autor con la realidad del lector, no solo en Borges. La vida es la fusión dual o complementaria de lo subjetivo y lo objetivo. La dicotomía, la separación, es artificiosa, falsa, como señala Piglia, y es tan antigua como la separación del alma del cuerpo. La lectura, como la vida humana, es la conjunción de lo subjetivo y lo objetivo.
Borges y muchos intelectuales han tratado de separar lo imaginario de lo real, como el alma del cuerpo, el espíritu de la materia, el hombre de la mujer, el pensamiento del sentimiento. La realidad tiene de las dos. La lectura es la vivencia subjetiva y objetiva del lector con similar aporte del autor.
Para Piglia, la lectura construye la relación entre los dos y desarma la artificiosa diferencia. El pensamiento, como ilusión, también es realidad. No existen separadas. En la lectura, la realidad es la ilusión, esta es fruto de la primera, y la realidad se construye con el alimento de la ilusión.
La lectura es realidad e ilusión, pensamiento y sentimiento, los dos reposan, juntos, en el cuerpo material y en el mundo subjetivo del cerebro y del corazón. (O)
