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El Telégrafo

La izquierda en disputa

04 de junio de 2012 - 00:00

Es un hecho que el Ecuador vive cambios profundos en su estructura como en su sistema social. Estos cambios políticos y económicos han llevado a que los ciudadanos se incorporen a discutir temas cotidianos como de largo plazo, cosa que no fue común en el período neoliberal, donde lo único que tenía valor como ideas era cómo hacer dinero en el menor tiempo posible.

Los valores de lo nacional como de la historia quedaban relegados a un segundo plano del recuerdo o del festejo de fiestas patrias. En este contexto la izquierda tradicional -liberal- pensaba un socialismo directivo donde las fuerzas sociales debían ser conducidas y cualificadas enmarcadas en los límites de lo nacional. Otra izquierda, autodenominada radical, pensaba en la destrucción del Estado, ya que representaba fielmente los intereses de clase confrontados, por tanto, destruir el Estado era destruir a las clases privilegiadas y al capital como tal.

Otra izquierda más desarrollada en los centros universitarios se debatía entre la necesidad de la transformación social hacia el socialismo en un solo país y la necesidad de pensar la unidad de Latinoamérica como un solo campo en disputa. En cualquiera de los casos la noción de ser de izquierda pasaba por una mirada ontológica, es decir, que ser de izquierda era una condición interna, definida por intuiciones y miradas casi vocacionales; lo que llevaba a que si alguien se consideraba de izquierda era porque le brotaba de sí mismo.

Este asumir pasaba por incorporar el imaginario y sus símbolos, con lo cual se cosificaba, se hacía de la dinámica social y sus contradicciones un ostracismo perpetuo. De ahí que esa izquierda quedó como congelada en su moral y cada vez más distante de la historia, como de la memoria social y colectiva de las luchas sociales contra el capitalismo. Y luchar contra el capitalismo tenía sus métodos y procedimientos. Se reconocía quiénes eran los capitalistas, los hacendados, etc. Pero de pronto ese capitalismo se ha difuminado e intensificado en el entramado social.

Entonces, el ser de izquierda tenía definido su modelo social, su lugar, y era fácilmente reconocido. El ser guardaba una condición de esencialismo para mantener la pureza auto-otorgada. Sin embargo, el propio pensamiento crítico ha demostrado  la falsedad de esos principios ontológicos. La única posibilidad del centrarse en la izquierda es estar en ella. Disputar un lugar, sin ninguna garantía de permanencia.

Esta condición de no ser, pero sí de estar es distinta. Será la lucha histórica y sus condiciones y no el esencialismo dogmático lo que conduzca la lucha contra un capitalismo cada vez más invisibilizado. Estar en la(s) izquierda(s) implica incorporar ese ser abstracto al tiempo histórico. A buena hora todas las izquierdas, a fuerza, deben renovarse, innovarse, transformarse a los nuevos tiempos históricos, o perecer.

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