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El Telégrafo

La experiencia de Job

24 de julio de 2011 - 00:00

Sin duda nuestras vivencias hacen que entendamos cosas que de otra manera solo conoceríamos por referencias, pues solo cuando de manera directa sufrimos una dura experiencia, esta se convierte en una lección de vida y es capaz de producirnos cambios importantes.

Eso fue lo que le sucedió a un hombre llamado Job, hace varios siglos, en tiempos que los bienes materiales se cuantificaban en oro, acres de tierra y rebaños, lo cual este hombre poseía abundantemente, sumados a una familia llena de salud y felicidad. Pero Job vivió la terrible experiencia de perderlo todo, incluida su familia, de quien únicamente le quedó su esposa que, para colmar su amargura, le arengaba pidiéndole que maldiga a Dios y se muera, pues de nada le había valido ser fiel a sus principios.

En nuestros días también hay personas como Job: intachables, rectas, obedientes a Dios y apartadas del mal que, no obstante, saborean la amargura de la pobreza, las enfermedades, la muerte de sus seres queridos y el olvido de sus amigos, llegando a pensar -incluso- que Dios los ha abandonado. Por otro lado, cada día es más frecuente saber de personas que actúan con egoísmo, desvergüenza y dolo, perjudicando a otros, enriqueciéndose ilícitamente y viviendo con desenfreno, pero llenos de prosperidad, rodeados de comodidades y hasta gozando del respeto colectivo.

Pero, la historia de Job también nos revela la perseverancia de un hombre que opta por la integridad y se mantiene firme en ella, pese a la adversidad y a las acusaciones de quienes fueron a visitarlo diciéndole que era merecedor de castigo divino por posibles faltas cometidas; por ello su respuesta fue: “el Señor dio y el Señor quitó”, demostrando con esto el sometimiento de su voluntad a la de Dios.

Lo cierto es que una vida recta e intachable no garantiza recompensas materiales, ni salud, ni felicidad, ni prestigio; mas, al contrario, muchos son los que logran todo esto practicando actos contrarios a la ética y a la moral, pues sus razones y fines empiezan y terminan aquí. Sin embargo, es muy extendida la creencia de recibir recompensas materiales como pago a un buen comportamiento, ignorando que las mismas cosas suceden al justo y al injusto, y que ni un cabello cae de nuestra cabeza sin que Dios lo permita; en contraste, nosotros no podemos saber las consecuencias de una cosa u otra, pues aquello que en principio parece una desgracia, bien pudiera ser una bendición.

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