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El Telégrafo
José Velásquez

La economía verde

07 de junio de 2021 - 00:39

¿Qué país nos espera después de la pandemia? ¿Cómo nos queremos reinventar una vez que despertemos de la pesadilla? La escritora india Suzanna Arundhati Roy afirma que la emergencia sanitaria global podría convertirse en una suerte de portal, en “un camino entre un mundo y el siguiente”. Y si queremos estar en sintonía con un futuro más alentador debemos empezar a teñir nuestra economía de un mejor color.

No se trata de un panfleto de la Organización de las Naciones Unidas ni de un delirio de los grupos ambientalistas. La economía verde es posiblemente una de las iniciativas más exigentes dentro de la agenda del desarrollo.

Comprometerse con la reducción de emisiones en un país que vive de la exportación petrolera suena como un disparo en el pie. Sería insensato señalar que el petróleo es un mal negocio fiscal pero la inestabilidad de los precios nos pone en jaque fácilmente. La primera propuesta sería romper la dependencia y diversificar nuestras fuentes de ingresos con industrias y servicios respetuosos del ambiente. Desde la década del 80 Ecuador solamente ha sumado a su canasta exportadora dos productos que ocupan posiciones de liderazgo en el mercado global y que generan cientos de millones en ventas anuales: el camarón y las flores. Claramente nos queda pendiente una innovación en sintonía con los retos del mañana.

Si las grandes potencias cumplen las metas de uso y generación de energía limpia, es muy probable que la demanda (y el precio) de los hidrocarburos empiece a contraerse. ¿Por qué no apostamos entonces con más fuerza a la energía eólica, hidráulica o solar? Y si bien es cierto la economía verde supone una transición energética, el verdadero reto pasa por ejercitar urgentemente tres músculos que este país casi no mueve.

El primero es la eficiencia. La economía verde apunta, sobre todo, a la producción con bajas emisiones de carbono y al manejo adecuado de los recursos. Para lograr aquello tanto el sector público como el privado deben plantearse metas ambiciosas y estar en capacidad de alcanzarlas. La eficiencia no es nuestro pan de cada día pero tampoco es opcional si queremos un legado de calidad para nuestros hijos. Hay que exigir e incorporar mejores prácticas y una doble cultura de resultados y calidad que aún nos resulta ajena. Se dice fácil pero es el paso más complejo.

El segundo es la sostenibilidad. Es decir, hacer las cosas bien desde el principio para estar en capacidad de sostener los proyectos en el tiempo. Ecuador tiene un inmenso medallero de planes truncados y callejones sin salida. Nuestro modelo actual (petrolero, deficitario, marginal, de subsidios irracionales y con una visión laboral arcaica) es el ejemplo exacto de lo que no es sostenible. Si se traslada este valor a la producción y a la generación de conocimiento, nos daremos cuenta que el horizonte solo es sustentable si se sostiene en una agenda ambiental.

Y el tercer valor es la responsabilidad. Ecuador es un país verde como pocos en el mundo. El tesoro que tenemos en los Andes es solo comparable con esa inagotable fuente de vida llamada Amazonía. Nuestra costa es inmensamente bendecida y tenemos el privilegio de ser los guardianes de ese laboratorio natural llamado Galápagos. Darle la espalda a una propuesta ambiental es avanzar en contravía. En todos los emprendimientos, incluso si se trata de áreas como la minería, debe imponerse un criterio de protección ambiental, no solo porque nos agrega valor sino porque simplemente debemos ser responsables con el único planeta que tenemos.

Algunos de los países que abrazaron el concepto de la economía verde figuran también entre los más competitivos del mundo e incluso entre los menos corruptos.  Quizás es causa o tal vez es consecuencia pero ahí están Suecia, Suiza, Finlandia, Dinamarca y Japón. En nuestra región el abanderado es Costa Rica, que ya alcanzó la meta de 100% de generación eléctrica limpia, que prohibió los plásticos de un solo uso y que trabaja contrarreloj para “descarburizar” a su parque automotriz. Ecuador bien podría caminar por esa misma ruta.

Suerte ministro Manrique. En sus hombros descansa el sueño que aún no soñamos.

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