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El Telégrafo
Sebastián Vallejo

La deuda y la solución genérica

13 de enero de 2017 - 00:00

Todos los candidatos hablan en genérico, y todos los genéricos son demagógicos. Todos proponen crear empleo, prometen acabar con la corrupción, hablan sobre volver al Estado más eficiente, sobre libertad, y todo esto es un discurso bastante estándar que se ha repetido de manera uniforme desde hace treinta años. Las diferencias son tenues y los candidatos han evitado ahondar mucho en el cómo (i.e. “acabar con la corrupción” suele estar acompañado de palabras como ‘transparencia’ y ‘fiscalización’, pero decir eso es nada), aunque el tema económico sirve para encasillarlos mejor en el espectro ideológico.

Desde el neoliberalismo descarado de Lasso y Viteri hasta el desarrollismo o neoliberalismo light (como lo quieran ver) de Moreno y Moncayo, todos tienen la receta. Y todos tienen la solución para la deuda. Pero es al momento de abordar este tema que la cosa se vuelve enredada. En parte porque las propuestas para abordar la deuda se las han hecho de manera simple, proponiendo cosas que muchas veces escapan de las manos del Gobierno. Lasso sugiere el ‘reperfilamiento’ de las condiciones de la deuda, Viteri y Moncayo buscan renegociarla y Moreno, mientras defiende el modelo actual de endeudamiento, no descarta renegociar y buscar financiamiento barato en el futuro.

Primero, el ideal de una pequeña economía abierta como la ecuatoriana sería endeudarse barato a largo plazo y renovar esa deuda una vez que venza sin exceder cierto nivel del PIB (una especie de ‘deuda eterna’, pero enfocada hacia la inversión, que genera recursos, y no hacia el pago de la misma deuda, que solo es gasto). Es decir,  endeudarse no debe ser necesariamente malo, menos aún cuando es para la inversión y el gasto interno, para cubrir esa deuda social de la que alguna vez se hablaba.

Ciertamente, la ineficiencia del gasto público y la corrupción significa que nos estamos endeudando para solventar gastos innecesarios. La mayoría de los candidatos ha denunciado esto y es parte de la solución. Pero no es toda la solución. Porque independientemente de la corrupción y la ineficiencia, el endeudamiento sigue siendo necesario. Entonces, cuando los candidatos proponen renegociar la deuda (y, se podría especular, cómo negociar las posteriores deudas), no basta decir que se buscarán plazos más largos e intereses más bajos.

Hay que explicar cómo lograr intereses más largos y más bajos. Especialmente porque son los inversionistas, los tenedores de la deuda, que al final establecen los intereses que debe pagar un bono, lo cual está ligado al plazo en el que se debe pagar la deuda. Como este es un juego de confianza, los inversionistas ven la economía para determinar dos cosas: la disciplina fiscal (la inflación significa que los bonos tienen menos valor en el futuro) y la capacidad de pagar. En un país como Ecuador, cuyo historial de default es largo y amplio, esto último es lo más importante.

Nuestra recompra de la deuda en el 2008 fue a través de un default, y esto significa que reingresar al mercado de bonos solo se podía hacer pagando un sobrecargo. Por un lado, el Gobierno dice que la emisión de deuda refleja la confianza que el mercado internacional le tiene a la economía nacional, lo cual no es cierto. El mismo hecho de que tengan una tasa de interés tan alta refleja la desconfianza del mercado hacia la economía ecuatoriana (tanto su pasado, como su presente y su futuro).

Por otro, los candidatos dicen que renegociarán la deuda, lo cual tampoco es cierto. Para eso deberán ajustarse fiscalmente (lo cual es creíble, pero que también implica la considerable reducción del Estado y sus servicios) y, básicamente, cambiar el pasado (llegará alguno que lo prometa). Es decir, tendremos todos los golpes de los ajustes sin ningún beneficio financiero. Si no pregunten a Macri. (O)

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