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El Telégrafo

La crisis del Norte y las respuestas del Sur

14 de marzo de 2012 - 00:00

Asistimos a una época fulgurante. Las múltiples crisis del capitalismo han puesto en duda el proyecto civilizatorio del Norte y su idea de lo que es el “desarrollo”. Porque los presupuestos del “progreso” interminables, unidos a las propuestas neoliberales (el mercado como medida de todas las cosas), han develado sus limitaciones, padecimientos y violencias sociales que desencadenan.

La semana pasada estuvo en Quito el profesor Samir Amin, cuyo pensamiento ha sido central para entender las profundas asimetrías que genera el capitalismo desde sus orígenes (el intercambio desigual que desfavorece a los países del Sur).

En forma temprana, conocimos sus tesis, como aquella de la necesidad de que los países del Sur se “desconecten” del sistema capitalista mundial, lo cual, por cierto, no significa ninguna anacronía. Amín es un crítico del capitalismo, el neoliberalismo, pero, además, de los socialismos fallidos.

Pero el neoliberalismo no está derrotado. Sus políticas prosiguen en Europa. Y son concretos los resultados de esta ilusión trágica.

Las metas del capitalismo ya lo muestran como una utopía fracasada, con la crisis real de los países del Norte que, en forma paradójica, debe ser puesta en contraste con los buenos resultados económicos del Sur (aunque la Cepal ya advierte una desaceleración del crecimiento económico para América Latina en  2012), guiados por otras premisas, como la supeditación del mercado al bien público. Por ello, no podemos permitir el retorno al uso de recetas del tipo que se utilizan en Grecia y España, que degradan, en forma sigilosa, el aparato democrático.

La crisis actual cuestiona la idea de desarrollo. Esta ha ofrecido respuestas que rondan dicho concepto y no salen de él (posdesarrollo, neodesarrollismo, etc.) enfatizando más sus dificultades que su superación.

Este es un momento “bisagra” o momento de impasse, que también permite observar la crisis de hegemonía de aquellos países centrales que habían impuesto, mediante sus instituciones e ideologías, la propuesta civilizatoria del desarrollo

. Hoy estamos ante la necesidad de encontrar palabras y procesos que desarticulen esta manera de reproducir la vida social, cultural y económica y concebir una geopolítica de las periferias. Lo cual es, en el fondo, la voluntad de construir el concepto Sur-Sur: un diálogo de excluidos con excluidos (de ayer y de ahora).

No obstante, dejemos en claro una idea: el “desarrollo” no es solo un problema de acumulación dinámica de capital. En la práctica, ya se intentó algo similar con las primeras estrategias del Banco Mundial: Punto Cuarto o Alianza para el Progreso. Programas económicos fallidos que, con la crisis de la deuda (década de los 80), vinieron a recordarnos los peligros de contemplar apenas los flujos monetarios.

Hay que cambiar realmente las condiciones geopolíticas: todas nuestras relaciones de poder.

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