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El Telégrafo

La ciencia

08 de julio de 2012 - 00:00

La ciencia occidental es un proceso basado en evidencias, con demostraciones y procedimientos que permiten repeticiones y comprobaciones. Pero la realidad sólo se puede conocer de acuerdo a la teoría (o ideología) de quien investiga, la cual, denominada epistemología, explica la causalidad de los fenómenos.

Kant creía que sólo se podían conocer estos fenómenos o manifestaciones, pero no la esencia. Hegel que sí se podía conocer la esencia aunque era ideal. Marx replanteó que se podían conocer manifestación y esencia porque eran materiales.

La física tuvo progresos notables desde Copérnico, Galileo, Newton, las biológicas con Darwin y las sociales con Marx, entre muchos otros. Pero el francés Bachelard planteó que había rupturas epistemológicas, como fracturas en las ciencias, que el norteamericano Kuhn sistematizó explicando que las revoluciones científicas se daban cuando había una crisis de paradigmas, porque ya no servían.

Así la física de los protones y neutrones en el núcleo y electrones girando alrededor ha sido cuestionada por el descubrimiento de nuevas partículas y porque la teoría cuántica ha planteado que al parecer los electrones desaparecen en un punto y aparecen en otro.

La teoría de la evolución que explicaba la supervivencia individual del más fuerte se modificó por el hecho de que son los grupos que mejor se adaptan los que sobreviven. La teoría social se ha fortalecido y complementado con las realidades subjetivas culturales más allá de las razones exclusivamente económicas.

La crítica más fuerte a la ciencia se basa en su imagen de perfección que escondía sus relatividades e incertidumbres, y sobre todo en su falta de ética al desarrollar sus inventos tecnológicos más para la guerra que para beneficios de la humanidad.

Se dice que la tecnología es como un cuchillo, que puede ser útil para cortar o servir como un puñal asesino, dependiendo de quien lo use. El problema es que en el modo capitalista lo importante es atesorar, acumular dinero, por lo que la producción tecnológica ha sido aprovechada para ese fin y hoy constituye la esencia de ese sistema.

La tecnología, que nos tiene tan fascinados, puede resultar tan modesta frente a las necesidades humanas individuales, grupales y sociales, que seguramente se requerirán nuevos caminos para el Buen Vivir, como los del arte, pues como dice Ezra Pound: “ninguna fórmula matemática es capaz de trasmitir estados de ánimo o sentimientos”.

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