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El Telégrafo

La CCE en la memoria de un lojano

14 de septiembre de 2011 - 00:00

Stalin Alvear (1942) es escritor y abogado, oriundo del sur del Ecuador. Amante de las letras, sus textos son digeribles y susceptibles de continuación lectora. Autor de varios libros entre la ficción y la realidad. Ciudadano inquieto del destino nacional y latinoamericano. Camarada de izquierda. Gestor de las manifestaciones que emanan del espíritu humano, en su expresión excelsa.

Hace ya varios años tuve el gusto de hojear su libro “Antes que me olvide” (1995), un compendio testimonial de vivencias personales asignadas entre la inspiración y el desencanto, entre los amores furtivos y la doctrina política, entre el humor y la nostalgia. “De lo acaecido, solo sus fosas reunifican añicos, le dan corporeidad a la memoria, a esa incógnita que deambula entre huesos”, asevera.

Con regocijo llegó a mis manos un nuevo trabajo autobiográfico de Stalin Alvear, con el sello editorial de Libresa: “Tu casa, nuestra casa” (2011), cuyo contenido es un cúmulo de relatos y reflexiones relativos a su gestión como presidente nacional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE), en el período 1996-2000, cuyo antecedente administrativo lo adquirió al frente del núcleo institucional en su provincia de origen: Loja.

Alvear rememora paisajes y pasajes inherentes a la compleja tarea de difundir el intelecto del hombre. Se percibe una ferviente pasión por la obra mayor acuñada por su coterráneo, el insigne maestro Benjamín Carrión. Es una especie de compromiso militante ante semejante legado. Y, desde el pretérito no tan lejano, Stalin Alvear confiesa las dificultades presentadas como titular de la CCE y su inquebrantable afán por defender la autonomía de la entidad. En ese contexto, transmite con ahínco el empeño de democratizar a la casona cultural, contando para ello con un enfoque inclusivo y de entera participación popular. Sobre el tema, José Benigno Carrión sentencia: “La Casa de la Cultura no puede ser un coto cerrado para determinada élite de intelectuales, tiene que convertirse en un albergue, como lo soñó su mentalizador -amplio y generoso- para todos quienes tienen afanes culturales”.

“Tu casa, nuestra casa” es una advocación anecdotaria en donde sobresalen amistades entrañables, episodios personales y una alta dosis de razonamiento respecto de la gestión cultural, en donde no se escapan mezquindades, padrinazgos, rivalidades y rencores, propios de la vulnerable condición humana.

Las ejecutorias de Stalin Alvear en la CCE sabrán ser evaluadas y juzgadas en el sendero que determina la historia.

Su sola permanencia en dicho organismo en momentos de atisbo e incertidumbre le dan méritos de persona de bien.


A eso hay que sumar algo sustancial: su condición derivada de lojanidad, cuya huella identitaria ha sido minimizada por ciertos círculos de alcurnia social e intelectual, quienes se olvidan de que también desde los márgenes provinciales se contribuye al fortalecimiento de la patria ecuatoriana.

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