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El Telégrafo

Julian Assange, entre documentos secretos y condones rotos (II)

12 de julio de 2012 - 00:00

A continuación, queridos lectores, la segunda parte de esta historia. Julian, capturado en Londres por las denuncias sobre supuesto delito sexual y enfrentado a una solicitud de extradición a Suecia para rendir declaraciones dentro de este proceso, se cuestionaba si habría cometido el error más previsible de su vida al haber mantenido una relación en paralelo con dos bellas mujeres, que hoy lo tenían tras las rejas. Cómo no se me ocurrió que no hay peor venganza que la de una mujer herida y celosa, peor de dos, se reprochó.

Mientras el personaje de nuestra historia se rompía la cabeza con sus reproches y guardaba prisión domiciliaria, el mundo seguía conociendo los contenidos de los documentos secretos que de a poco se daban a conocer. Para los medios de comunicación esto fue ganarse la lotería sin haber comprado el guachito, pues pasaron días y meses publicando los famosos y polémicos cables que no dejaban de escandalizar al planeta.

El mundo estaba tan indignado, tanto o más que los gobiernos, como los grupos económicos cuyas malas prácticas políticas y de corrupción se habían evidenciado. De inmediato comenzaron las acciones policiales, la Interpol anunció la operación

“Exposure”, se inició un seguimiento y persecución de todo individuo vinculado a Julian y su organización. Fueron cayendo uno a uno, se capturó a 25 sospechosos que supuestamente pertenecían a la organización internacional “hacktivista” Anonymous.

Se generó gran nerviosismo en todos aquellos que de una u otra forma estaban vinculados con Julian. La angustia y los nervios comenzaron a debilitar las fuerzas de Julian y de su gente, más aún cuando la Interpol, en su página web, dio a conocer que había iniciado el operativo conocido como “Unmask” en varios países, entre ellos Colombia, España, Argentina y Chile.

Pero estos operativos, más allá de la angustia y de los nervios, provocaron reacciones en Julian y su equipo. Estos intervinieron los sitios del Ministerio de Defensa y de la Presidencia de Colombia y de la compañía Endesa, en Chile.

Las fuerzas policiales tenían que hacer algo, el nerviosismo de sus gobiernos así se los exigía, pues no sabían qué otros documentos secretos se podrían publicar. La reputación de muchos líderes y gobiernos estaba en juego.

La indignación creció aún más cuando WikiLeaks comenzó a publicar correos electrónicos de los archivos de la compañía estadounidense de inteligencia y seguridad Stratfor en Internet y de que Anonymous se atribuyera el haber conseguido estos correos y entregarlos para clasificarlos y difundirlos.

Solo en estos momentos, los ciudadanos del mundo comprendimos que estábamos presenciando una “guerra” entre lo oculto y la realidad. Continuará.

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