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El Telégrafo
Jaime Galarza Zavala

Jorge Glas en la jaula de los leones

28 de diciembre de 2017 - 00:00

El 11 de septiembre de 1982 se encontró el cadáver del joven Iván Egas, en un charco de sangre y mutilado, dentro de la jaula de los leones del zoológico del Colegio Militar Eloy Alfaro, Quito. Había sido arrojado allí, moribundo aún, por asesinos que respetaron esa vida humana menos  que las fieras, que se abstuvieron de devorar el cuerpo de la víctima. Se suscitaron incontables versiones  sobre el macabro suceso, siempre mencionando líos de faldas y de botas.

Aunque las más agudas sospechas se dirigieron a un tal teniente coronel del Ejército, fue acusado y sentenciado un inocente: el cabo Floresmilo Bolaños, guardián del establecimiento, quien hubo de pagar seis años por un crimen no cometido. Y seis años en una cárcel ecuatoriana no eran un mes de vacaciones en Miami, sino un capítulo más del infierno de Dante. La inocencia de Bolaños y la consiguiente reparación por parte del Estado vino a darse casi treinta años después.

Hoy, Jorge Glas, vicepresidente de la República de Ecuador, elegido el 2 de abril por millones de ciudadanos, se encuentra en el centro de otra leonera, más feroz quizá que la del zoológico de entonces. Esa leonera la constituye un cerco implacable de múltiples poderes locales e internacionales, de altos y bajos niveles, entre ellos el Departamento de Justicia de Estados Unidos, que hasta hoy oculta a los asesinos de Kennedy; ese pantano de lagartos insaciables denominado Odebrecht, malhechores mundiales, como el delator brasileño José Santos; magistrados que resultan ser campeones de lectura rápida (cien documentos por día), linchadores mediáticos a tiempo completo, parlamentarios convertidos en tales por milagro, banqueros nostálgicos del célebre feriado, líderes izquierdistas que danzan abrazados con momias derechistas, en fin, acusadores particulares que luego de pedir la horca para Glas, declaran a la prensa que se hallan muy tristes por la suerte de la víctima.

Al margen de que Jorge Glas sea culpable del montón de acusaciones que pesan sobre él -lo cual no está plenamente demostrado hasta la fecha-  es indudable que el debido proceso no se ha observado conforme lo prescriben las normas vigentes, y más bien se ve que hay un ritmo vertiginoso para confirmar los seis años de cárcel, cifra que coincide con los seis que pagó injustamente el cabo Floresmilo Bolaños. Con la circunstancia de que, en este caso, están haciendo cola los aspirantes a reemplazar al Vicepresidente caído. (O)

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