La idea de integrarnos en Sudamérica no es nueva, sin embargo, está en plena vigencia en varios países, entre ellos, Ecuador.
Hemos ensayado varios tipos de integración que se debaten entre la lógica supranacional en la cual el Estado queda subordinado a instancias externas y la intergubernamental en la que los Estados deciden libremente.
Empero, los resultados distan de los objetivos fijados en los tratados fundacionales de los procesos en marcha. Queda por descubrir la clave para aunar voluntad política orientada a conciliar legítimos intereses de los pueblos, con los de los estados en la mundialización.
Sudamérica abarca muy diversos procesos de integración: Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi), antes Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (Alalc) de 1960; Comunidad Andina (CAN), antes Pacto Andino de 1969, Mercado Común del Sur (Mercosur) de 1991, y la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) de 2008 -hoy sumamente debilitada-, que reemplazó a la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN) de 2004.
Estos procesos comparten algunos objetivos generales como el de alcanzar desarrollo económico y social, pero no mecanismos e instrumentos institucionales y jurídicos.
Por múltiples motivos no se ha logrado profundizar los procesos, más bien se han generado otras dinámicas como: Alianza del Pacífico (2011), que privilegia el libre comercio y la competencia, y la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (Alba-TCP) de 2004, que asume doctrinas de izquierda y apuesta por la complementariedad económica.
Pese a la preocupante situación descrita, los gobiernos de la región tienen la responsabilidad de flexibilizar posiciones unilaterales e identificar conjuntamente el tipo de integración necesario para atender los más caros anhelos de los pueblos, sobre todo, eliminar inequidades y fortalecer la democracia, y posicionarnos mejor frente al mundo. (O)
