El portal Código Vidrio y The New York Times desvelaron un entramado de espionaje todavía vigente. La investigación mostró la existencia de 16 centros que vigilan a todo el país a través de 3.000 operadores. Hay 4.300 cámaras instaladas por todas partes y que reportan datos al sistema ECU-911 como a la Senain, hoy llamada CIES, acerca de todo lo que sucede en el país.
Cualquier comparación produce sorpresa. Hay casi 4 cámaras por cada una de las más de 1.100 parroquias del país o más de 19 cámaras por cada uno de 221 cantones o 179 por cada una de las 24 provincias. La tecnología es china y fue contratada a inicios de 2011, durante el gobierno de Rafael Correa bajo el justificativo de que serviría para bajar los índices de la criminalidad.
Según las cifras del INEC, el 50% de ecuatorianos considera que su barrio es inseguro, el 83% que su ciudad es insegura, el 39% cree que la delincuencia aumentó en su barrio y el 77% cree que aumentó en su urbe. Cifras que van desde el 50 hasta el 72% revelan que nos sentimos inseguros en parques, carreteras, espectáculos públicos, centros de diversión, calles, mercados o en el transporte público, en ese orden.
Los ecuatorianos nos sentimos amenazados en el transporte público, que es el espacio donde deberíamos sentirnos acompañados por personas que se movilizan como nosotros a vivir su cotidianidad, pero tenemos que usar nuestras mochilas y bolsos en el pecho, bajo nuestras manos, temiendo, en cualquier momento, ser asaltados. ¿Cómo vivir en esta constante paranoia?
Las cámaras siguen operativas y el presidente Lenín Moreno no se ha manifestado sobre el asunto. Él mismo fue víctima de espionaje del Gobierno anterior al iniciar su mandato y lo denunció en una cadena nacional, sin embargo no hay una declaración enfática sobre este resquicio de autoritarismo. ¿Esta parte del aliancismo sigue viva? (O)
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