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El Telégrafo
Fredy Lobato

Una iglesia inclusiva

06 de julio de 2019 - 00:00

Se volvió “moda” en el mundo Occidental hablar de inclusión -con el amplio abanico que ello implica-, para que instituciones públicas, organismos internacionales, grandes corporaciones y trasnacionales potencien su marca e imagen con ese concepto; sin embargo, faltan ahí sectores que tienen influencia directa en millones de personas: políticos e iglesias.

Estar en el lado correcto de la historia o simplemente en el lado correcto, implica tener esa visión incluyente, no discriminatoria.

La visión de inclusión tiene una transversalidad y lo LGBTI lo es. El enfoque de igualdad de derechos refiere a la igualdad de oportunidades; y muchos no habían pensado en la transversalidad que el tema LGBTI implica en el abanico social: hombres, mujeres, etnias, ricos, pobres, discapacidades, migrantes, refugiados, empleados, subempleados, desempleados, profesionales de cuarto nivel; analfabetos, adultos mayores, adolescentes; niños, sí niños también.

A propósito del orgullo, muchas empresas expusieron una visión de “inclusión” en su imagen y se brandearon de arco iris. Pero eso se ha vuelto regular en emporios así. Pero ¿por qué políticos e iglesias? Por su grado de influencia y credibilidad, cada vez en declive, por cierto, pero aún influyen con su opinión en el ámbito educativo en niños y jóvenes.

Estos grupos -no todos felizmente- cargaron baterías tras la aprobación del matrimonio igualitario en Ecuador, para atacar la existencia del ser LGBTI y el poder tener igualdad ante la ley. En un arrebato de odio, a veces disimulado, se quitaron la máscara y profirieron sus fobias. Agredieron el mural del artista Apitatán en homenaje al matrimonio igualitario, que rompía en el espacio público esa doble moral sobre el tema. Su discurso solo alimenta odio y eliminación a lo diferente; y hablan de respeto por la vida.

Hace falta entonces construir un nuevo concepto de iglesia. Ojalá la aprobación del matrimonio igualitario permita eso. Ocurrió en el orgullo de La Carolina, cuando un pastor cristiano invitó a parejas LGBTI a consagrar su unión en su iglesia. Al final, lo que importa es el amor. (O)

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