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El Telégrafo
 Juan Carlos Morales. Escritor y periodista ecuatoriano

Historia de San Juan Calle

11 de julio de 2015 - 00:00

Los nombres de las calles cambian. La más tradicional de Ibarra rinde homenaje a Juan Montalvo, pero todos saben que en la memoria de la gente su denominación es San Juan Calle. Tiene su explicación.

En quichua se escribe: Yacu calle, que significa ‘calle del agua’; así San Juan Calle es una designación del español, pero desde la cosmovisión indígena. Esto sucede porque en el lugar existía una antigua pacarina, es decir un lugar sagrado vinculado con el agua. Este sitio de adoración, que era una vertiente, fue sustituido rápidamente en la época colonial por emblemas católicos, una estrategia de los curas doctrineros para afianzar a los nuevos dioses. En la actualidad, con el cambio de nombres, esta tradicional calle recuerda al escritor polemista de finales del XIX, autor de obras esenciales como Siete tratados o El Cosmopolita, precursor del ensayo modernista en Hispanoamérica.

¿Por qué se llamaba San Juan Calle? Martha Leonor de la Torre refiere que el nombre se debe a que, desde El Tejar, bajaban bailando los sanjuanes, en las fiestas del solsticio, pero también porque los devotos de San Juan llevaban al santo hasta la iglesia de Santo Domingo, en medio de cantos y rezos. Muy cerca del lugar se encuentra otro ícono: la Cruz Verde.

Hay varias versiones de las cruces verdes, durante la época colonial. En Canarias le atribuyen a la presencia divina en un pino, mientras hay registros de Lima durante el siglo XVIII, recogidos por René Millar Carvacho, donde una cruz verde antecedía los oficios de la Inquisición contra la expiación de culpas de los herejes. Para el caso de Ibarra, se cuenta que en el antiguo barrio de San Roque habitaban dos beatas, Micaela y Luz Morán. Al regresar, casi al anochecer, de rezar el rosario se les aparecieron animales infernales. Fueron ellas quienes confeccionaron una rústica cruz. Cuando los ibarreños sobrevivientes del terremoto de 1868 retornaron a reconstruir la urbe alzaron una cruz de piedra, trabajada por Manuel Carlosama, de las canteras de Cutzintzi. Pero en la época liberal, esta se destruyó. La actual está hecha de cemento.

Según Amílcar Tapia Tamayo, citando al corregidor de Ibarra Lucas de la Fuente, en 1767, comenta que de las tres cruces, una en el sector de Los Molinos, otra en Ajaví, la que más veneración tenía era la llamada Cruz Verde de la vera del camino. Así, los devotos durante la Semana Santa hacían una fiesta solemne en la ermita con quema de chamarasca y música de pífanos.

Aún hoy, las farolas alumbran estos lugares y, con suerte, es posible escuchar los relatos que hablan de aparecidos, seres de ultratumba que merodean las cercanías del cementerio de la Hermandad Funeraria de San Francisco. Hay muchas leyendas en el sector, como el mentado fantasma del cementerio, el Cura sin cabeza (que en verdad proviene de Alausí), pero la más temible es la de La Caja Ronca del cercano barrio de San Felipe (actual barrio El Carmen). Este mito trata sobre una procesión de ultratumba, que lleva una suerte de caja o baúl con los tesoros de un avaro y protegida por el mismísimo Satanás. (O)

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